sábado, 7 de septiembre de 2013
llamada por la paz en siria
Hans von Sponeck*
Los tambores de guerra vuelven a resonar una vez más
en el Medio Oriente, esta vez con la posibilidad de un ataque inminente
contra Siria después del supuesto uso de armas químicas por parte de su
gobierno. Precisamente en momentos de crisis como estos es cuando los
argumentos en favor de la paz son más claros y obvios.
En primer lugar, no tenemos pruebas reales de que el gobierno sirio
haya utilizado armas químicas. E incluso si los gobiernos occidentales
hubiesen proporcionado pruebas, estaría justificado que permaneciéramos
escépticos recordando los muchos incidentes falsos o fabricados
utilizados para justificar las guerras anteriores: el incidente del
Golfo de Tonkín y la guerra de Vietnam, la masacre de las incubadoras de
Kuwait y la primera guerra del Golfo, la masacre de Racak y la guerra
de Kosovo, las armas iraquíes de destrucción masiva y la segunda guerra
del Golfo, las amenazas de masacre en Bengazi y la guerra contra Libia.
Vale la pena recordar que varias de las pruebas que supuestamente
indican que el gobierno sirio utilizó armas químicas son proporcionadas a
Estados Unidos por los servicios de inteligencia de Israel , que no son precisamente una fuente neutral.
Pero aún si en esta ocasión las pruebas fuesen auténticas, eso
no legitimaría una acción unilateral. Toda acción militar exige la
autorización del Consejo de Seguridad. Quienes se quejan de la «inacción»
de dicho Consejo deberían recordar que la oposición de China y Rusia a
una intervención en Siria está en parte motivada por el abuso que
hicieron las potencias occidentales de las resoluciones del Consejo de
Seguridad sobre Libia, que acabaron realizando un «cambio de régimen» en ese país. Lo que Occidente denomina como la «comunidad internacional»,
dispuesta a atacar Siria, se reduce a 2 países (Estados Unidos y
Francia) de los casi 200 que existen en el mundo. No es posible que se
respete el derecho internacional sin un mínimo de respeto por lo que hay
de decente en las opiniones del resto del mundo.
Aunque se autorizara una acción militar y se llevara a cabo, ¿de qué
serviría eso? Nadie puede controlar realmente arsenales de armas
químicas sin tropas terrestres, opción que nadie considera realista
después de los desastres registrados en Irak y Afganistán. Occidente
no cuenta realmente con un aliado fiable en Siria. Los yihadistas que
luchan contra el gobierno [sirio] no sienten por Occidente más amor que
los que asesinaron al embajador de Estados Unidos en Libia. Una cosa es
aceptar el dinero y las armas provenientes de un país y otra muy
diferente es ser su verdadero aliado.
Los gobiernos sirio, iraní y ruso han hecho propuestas de negociación
que Occidente ha tratado con desprecio. Quienes dicen que «no podemos hablar o negociar con Assad»
olvidan que se dijo lo mismo del Frente de Liberación Nacional de
Argelia, de Ho Chi Minh, de Mao Zedong, de la Unión Soviética, de la
OLP, del IRA, de la ETA, de Mandela y del African National Congres
sudafricano, y también de muchas guerrillas de Latinoamérica. La
cuestión no es saber si se habla o no con la otra parte, sino después de
cuántas muertes innecesarias se acepta hacerlo.
Han quedado atrás los tiempos en que Estados Unidos y los pocos
aliados que le quedan actuaban como gendarmes del mundo. Este mundo está
haciéndose más multipolar y los pueblos del mundo quieren más
soberanía, no menos.
La mayor transformación social del siglo XX fue la descolonización y
Occidente tendría que adaptarse al hecho que no tiene ni el derecho ni
la competencia ni los medios de gobernar el mundo.
No existe un lugar donde la estrategia de las guerras interminables
haya fracasado más miserablemente que en el Medio Oriente. A largo
plazo, el derrocamiento de Mossadegh en Irán, la aventura del Canal de
Suez, las muchas guerras israelíes, las dos guerras del Golfo, las
amenazas constantes y las sanciones asesinas contra Irak, y ahora contra
Irán, la intervención en Libia no han conseguido más que agravar el
derramamiento de sangre, el odio y el caos. Sin un cambio radical de
política, Siria sólo podrá convertirse en un nuevo fracaso de Occidente.
El verdadero coraje no consiste en lanzar misiles crucero simplemente
para hacer gala de un poderío militar que se ha vuelto cada vez más
ineficaz. El verdadero coraje reside en romper radicalmente con esa
lógica mortífera y, en vez de ello, en obligar a Israel a negociar de
buena fe con los palestinos, en convocar la conferencia Ginebra 2 sobre
Siria y en conversar con los iraníes sobre su programa nuclear, teniendo
en cuenta honestamente los legítimos intereses de Irán en materia de
seguridad y de economía.
La reciente votación del Parlamento británico en contra de la guerra,
así como las reacciones en los medios sociales, reflejan un cambio
generalizado de la opinión pública. Nosotros, los occidentales estamos
cansados de guerras y estamos dispuestos a sumarnos a la verdadera
comunidad internacional exigiendo un mundo basado en la Carta de las
Naciones Unidas, la desmilitarización, el respeto de la soberanía
nacional y la igualdad de todas las naciones.
También en Occidente los pueblos quieren ejercer su derecho a la
autodeterminación: si hay que emprender guerras, debe hacerse después de
un debate abierto y teniendo en cuenta preocupaciones que afecten
directamente nuestra seguridad nacional, no basándonos en una
mal definida noción de «derecho de injerencia» que puede ser fácilmente manipulada y que nos expone a todos a todo tipo de abusos.
Queda de nuestra parte el obligar a nuestros hombres y mujeres dedicados a la política a respetar ese derecho.
Por la paz y en contra de la intervención.
domingo, 4 de agosto de 2013
el espía universal
Alberto Piris*
El escándalo provocado en EE.UU. por la difusión de noticias sobre el espionaje que la Agencia Nacional de Seguridad (National Security Agency,
NSA) ejerce sistemáticamente sobre la vida privada de los ciudadanos,
ha centrado la atención de los medios de comunicación sobre los
entresijos de ese organismo, poco conocido pero mucho más desarrollado y
omnipresente que la superfamosa CIA. Veamos algunos detalles
recientemente publicados en EE.UU.
Pendiente de finalizar la
construcción de las nuevas instalaciones que la albergarán en el futuro,
Fort Meade, en Maryland (EE.UU.), donde ahora está instalada la NSA,
podría llamarse muy bien la capital mundial de los ordenadores. Ya un
antiguo director de la NSA, en la segunda mitad de los años 60, declaró
que tenía a su cargo un espacio de dos hectáreas y media, repleto de
equipos informáticos. Naturalmente, ese espacio se ha multiplicado muy
aceleradamente desde entonces. Y como hoy no resulta suficiente para la
compleja exploración de todas las posibles fuentes de información
aprovechables para los fines de la agencia, se está construyendo en un
remoto rincón de Utah lo que será la futura sede, un edificio más grande
que el Capitolio de Washington, y que consumirá más energía eléctrica
que toda la ciudad de Salt Lake City, la capital del Estado.
Algunos
la han comparado con la “Biblioteca de Babel”, la creación literaria de
José Luis Borges donde se almacenaba todo el posible saber impreso del
mundo, pero no se entendía ninguna palabra porque los libros eran el
resultado de la combinación azarosa de letras y símbolos. Debía contener
a la vez todos los libros existentes y todos los libros posibles.
La
realidad es quizá más abrumadora que la ficción del escritor
bonaerense: ese futuro centro de datos digitales podrá examinar todos
los correos, mensajes y foros sociales existentes en la actualidad en
todo el mundo. Su capacidad asusta: equivale a 1,25 millones de discos
duros de 4 terabitios, instalados en 5000 servidores que almacenarán
billones de billones de ceros y unos, conteniendo los datos de cada
individuo. Algunos analistas han calculado que su capacidad alcanza ya
los 5 zetabitios, astronómica cifra (5 por 10 elevado a 21) que
equivale a lo que podrían almacenar 62.000 millones de modernos
teléfonos inteligentes conectados a la vez. Pero los expertos ya
anticipan que para 2015 habrá alcanzado un nivel de varios yotabitios
(10 elevado a 24). No existe todavía nombre para el siguiente orden de
unidades, pero de seguir la NSA por ese camino pronto habrá que
inventarlo.
¿Cuál es la materia prima con la que aquí se trabaja?
Llamadas telefónicas, correos electrónicos, transferencias de datos,
emisiones de radio, páginas web o foros visitados en la red, tiques de
aparcamiento, facturas de compras, etc., así como todo el “menudeo”
electrónico producto de la vida diaria de las personas, como cuando se
firma una compra en un supermercado pagando con tarjeta. O al bajar un
video de Youtube y observarlo durante algún tiempo.
Esa
información, que equivaldría a un numero de páginas impresas superior a
todo lo que se ha imprimido en el mundo hasta el presente, serviría a la
NSA para determinar qué personas pueden ser hoy, o convertirse mañana,
en terroristas. La información bruta, incluso la constituida por cadenas
digitales interrumpidas o textos cifrados, una vez almacenada se
estudia en superordenadores que utilizan complejos programas
algorítmicos, en continuo perfeccionamiento, para detectar conductas
sospechosas.
Sorprende leer algunas conclusiones publicadas en
EE.UU. Según ciertos comentaristas, el principal problema que hoy
afronta la NSA no es que se esté ahogando en un mar de datos, a menudo
indescifrables e ininteligibles y en su mayoría inútiles. Esto se
resolverá con nuevas tecnologías y programas muy refinados que aliviarán
la inevitable “turbulencia” que dificulta obtener resultados útiles. El
principal problema no es ese, sino la enorme cantidad de energía
eléctrica que consumen las nuevas instalaciones, aunque se las traslade a
lugares alejados (como Utah y Texas). Será necesario construir nuevas
centrales eléctricas cada vez más potentes, lo que aumenta los problemas
financieros que debe resolver el Congreso. Es un curioso problema de
“poder político y energía eléctrica” (juego de palabras solo válido en
inglés, pues power se aplica a ambos conceptos): cuanto más potencia
eléctrica consuma la NSA, más y más datos obtendrá de sus fuentes
privadas -en grave menoscabo de la privacidad de los ciudadanos- y más
exhaustivos y completos serán los informes que envíe a las autoridades,
con lo que, en definitiva, aumentará su poder político entre las
instituciones del Estado.
Obama debería reflexionar un poco más
sobre el dilema entre seguridad y libertad personal. Un pueblo
obsesionado por alcanzar la seguridad absoluta es un pueblo condenado a
la esclavitud mental, a la sumisión irracional; es un pueblo que concede
a sus gobernantes libertad, también absoluta, para vigilarlo y
someterlo. Alguien dijo que valía más morir de pie que vivir de
rodillas. Vivir permanentemente vigilado y controlado es como vivir
arrodillado.
domingo, 2 de junio de 2013
las ilusiones fatales de quienes propugnan ahora una salida de la eurozona
Michael R. Krätke*
Uno
de cada dos alemanes desearía regresar al marco, mientras que en los
países europeos meridionales –como Portugal y España— una mayoría quiere
dar la espalda a la UE. Mejor hoy que mañana. De derecha a izquierda,
desde los nacionalistas del emplazamiento territorial competitivo de la
Alternativa para Alemania [AfD, por sus siglas en alemán], el antiguo
senador de finanzas berlinés Thilo Sarrazin y el economista Heiner
Flasbeck, hasta Oskar Lafontaine y Sarah Wagenknecht: de tal amplitud
es el frente único de los partidarios de salir del euro. A Grecia, a
España, a Portugal, a Italia incluso: desde el estallido de la
eurocrisis a comienzos de 2011, a todos se les habría enseñado la
puerta. Ahora se acumulan las voces que abogan por una Alemania sin euro
o aun por una "disolución ordenada" de la moneda común. Ni que decir
tiene: el malhadado rescate de Chipre ha sido la gota que ha colmado el
vaso.
Ilusiones fatales
La
frustración nacida de la estulticia de la Troika en la gestión de la
crisis está tan justificada como la crítica de los errores de diseño en
la construcción de la Unión Monetaria. Pero un regreso al parapeto
atrincherado de las monedas nacionales no ofrece solución ninguna.
Nadie debería sucumbir a la ilusión fatal de que eso permitiría poner
freno a la política económica y financiera neoliberal. Al contrario.
Mientras esté en vigor el Tratado de Lisboa suscrito en 2007, seguirá
el baile. El error intelectual cardinal en la gestión de la crisis del
euro consiste en confundir la Unión Monetaria con un recinto habilitado
para la actividad económica mundialmente competitiva. Pero la
disolución del euro no alteraría eso para nada. Ni pondría fin a los
gravosos desequilibrios económicos entre el Norte y el Sur de la UE. Que
una competición devaluatoria sacaría de la miseria a los países en
crisis, es cosa que sólo los ilusos pueden llegar a creer. Los Estados
golpeados no se sustraerían a la crisis, y lo poco que de ella pudieran
ahorrase, no sería desde luego a cuenta de la devaluación monetaria.
De los shocks monetarios que seguirían a la
desintegración del euro sólo se alegrarían los especuladores
internacionales de divisas. Los gobiernos que devaluaran su moneda un
20%, un 30% o más, tendrían que atenerse sin demasiadas sorpresas a las
reacciones de los mercados financieros. Quien devalúa, es castigado
con intereses y primas de riesgo más elevados. Eso debería tenerse ya
por bien sabido desde la prehistoria del euro. Los países en crisis de
la Eurozona, además, no se han endeudado en la propia moneda. Puesto
que los patrimonios y las deudas exteriores de sus ciudadanos están
denominados en euros, la devaluación no puede sino provocarles
pérdidas: significa cerrar cualquier vía de escape a su actual
situación de servidumbre por deuda.
El
espectáculo más estupefaciente de este debate sobre la salida del euro
lo ofrecen los críticos de izquierda de la gestión política hecha hasta
ahora de la crisis del euro cuando se suben al carro de la
"competitividad". Para los nacionalistas del emplazamiento territorial
competitivo esto es lo más normal del mundo: creen en el mantra de una
competitividad que depende supuestamente sólo de los costes salariales.
Desgraciadamente, otros se tragan también la fabula, según la cual la
fortaleza exportadora de Alemania sería indiscutiblemente (y
absurdamente) atribuible a la pérdida de salario real. Conforme a eso,
la culpa de las debilidades de los países en crisis la tendría un
crecimiento demasiado fuerte del salario real. Puesto que los fanáticos
de la austeridad cometen el mismo error intelectual, abogan por
doquiera a favor de falsas reformas de estructuras: en nombre de la
competividad.
Quien,
empero, aguce un poco la mirada, observará esto: en ninguna parte del
mundo occidental dependen del comercio exterior tantos puestos de
trabajo como en Alemania; y sin embargo, las industrias y las empresas
exportadoras alemanas raramente pagan salarios bajos. Por lo general,
los ingresos reales de su personal han aumentado, en vivo contraste con
lo ocurrido en la evolución del promedio salarial alemán. El caso es
que los exportadores alemanes tienen costes salariales por unidad
producida claramente inferiores a los de sus competidores en la
Eurozona. Eso es todo. Aquí se refleja la ansiada ganancia de
productividad, que no se consigue precisamente con presión salarial a
la baja o con salarios bajos.
Desde
luego que la construcción de la Unión Monetaria adolece de errores de
diseño, pero no de los errores de que parlotean los aspirantes a salir
de ella. Disparidades económicas y diferencias estructurales hay en
cualquier espacio monetario. Incluso en países pequeños como Holanda o
Bélgica pueden observarse notables diferencias regionales. De eso no se
sigue que cada provincia deba tener su propia moneda; el espacio
monetario homogéneo óptimo sólo existe en los modelos económicos
neoclásicos.
Recaída en la dispersión de pequeños Estados
También
un país como Alemania tiene que lidiar desde hace décadas con
distintos criterios económicos en distintas partes del país, lo que se
equilibra con una compensación financiera intraalemana, una especie de
solidaridad estatalmente organizada entre autonomías y regiones. Esa
solidaridad falta en la Unión Monetaria, lo que, desde la erupción de
la eurocrisis, viene corrigiéndose de modo unilateral: merced a la
hegemonía alemana, toda Eurolandia ha sido metida en la camisa de
fuerza de una unión de austeridad: pacto fiscal más pacto de
competitividad. Hay, pues, una política económica y monetaria común:
desgraciadamente, de todo punto falsa. En el camino de la política
acertada, por la que abogan incluso expertos económicos alemanes, se
atraviesan el miedo a la deuda y el miedo a la inflación, y naufraga por
causa del egoísmo nacional. Y los alemanes, que son quienes más han
podido hasta ahora beneficiarse del euro, carecen de razones para
negarse a una comunidad de responsabilidades (eurobonos, o una unión de
transferencias). Desde luego que un cambio de rumbo le costaría algo a
la República Federal de Alemania, pero manifiestamente menos que una
recaída en una dispersión de pequeños Estados promovida y dominada por
el marco alemán.
Una
Alemania sin el euro tendría que contar con graves quebrantos
económicos. No bien de regreso el marco, los mercados de divisas lo
reevaluarían, y no precisamente poco (véase más arriba). Ni siquiera la Bundesbank
se alegraría demasiado con el poder recobrado. La salida del euro le
echaría a perder los balances, pues habría perdido el grueso de la
deuda activa que ella misma, el Estado alemán y la banca y las empresas
privadas alemanas tienen en la zona euro exterior. De modo que,
saliendo del euro, habrían logrado lo que precisamente se quiere
evitar: una deuda pública harto mayor –de proporciones italianas o aun
griegas— en la patria de los histéricos de la deuda…
Supongamos que Alemania regresara al marco y abandonara la Eurozona el próximo 1 de enero de 2014. ¿Qué pasaría entonces?
Un
marco de regreso experimentaría fuertes presiones alcistas frente a
los Estados que se mantuvieran en el euro o aun frente a otros que
recuperaran sus monedas nacionales. El alza del marco se situaría entre
el 20% y el 30%. Eso dañaría enormemente a las exportaciones alemanas:
sería el final del milagro exportador. Deberían caer o los salarios o
el grueso de las empresas exportadoras. En cualquier caso, el mercado
laboral y la coyuntura económica interna resultarían gravemente
dañadas.
La Bundesbank
estaría sometida a una enorme presión, tendría que acumular pérdidas y
no podría seguir contribuyendo al presupuesto federal. Al gobierno
federal le quedarían dos opciones: o valorizar las reservas alemanas de
oro, lo que resulta arriesgado a la vista de las fluctuaciones de
precios del oro; o vincular el capital de la Bundesbank con las reservas federales. En cualquier caso, la deuda pública crecería, y no tardaría en rebasar el 100% del PIB.
La
precaria situación económica de los Estados de la UE llevó a una
situación en la que las exportaciones alemanas tenían que pagarse muchas
veces con créditos alemanes. La deuda activa exigible por la Bundesbank,
resultante del sistema Target-2, tenía el 30 de abril de 2013 un monto
de 607,0 mil millones de euros: cerca de dos presupuestos federales.
Si Alemania abandonara la Unión Monetaria, buena parte de ese dinero se
perdería. A fin de cuentas, el euro caería drásticamente en relación
con el nuevo marco alemán, lo que tendría también consecuencias para
las deudas de muchos socios de la UE.
Huelga
decir que los bancos privados no se sustraerían al pánico bancario: no
sólo tendrían que lidiar con depreciaciones y quitas de deuda, sino
que perderían de la noche a la mañana su credibilidad. La Bundesbank
no podría seguir ayudándoles, lo que quiere decir que los depositantes
se verían afectados: el pánico bancario sería ineluctable; el sálvese
quien pueda. Lo que estaría amenazado serían ahorros y seguros de vida
por valor de 3,2 billones de euros: en cualquier caso, un marco más
caro les haría perder valor.
domingo, 19 de mayo de 2013
sobre la guerra antiterrorista
Alberto Piris*
La guerra hoy llamada antiterrorista distorsiona muchos de los
principios en los que se basaba la guerra clásica; suprime de un plumazo
casi todas las leyes y preceptos tácticos y estratégicos elaborados por
los teóricos de la guerra, desde Sun Tzu a Clausewitz. Esto es así
porque, por un lado, para los altos mandos que la dirigen se trata de
desarrollar acciones bélicas contra enemigos no propiamente militares,
en un teatro de operaciones que se confunde con el ámbito de la vida
cotidiana de la población que allí reside.
Por otra parte, para
los soldados que la llevan a efecto, por muchas reglas de enfrentamiento
que se dicten para prevenir la violencia contra los inocentes -mujeres,
niños y ancianos-, todos estos quedan a merced de las incidencias de la
guerra igual que si estuvieran encuadrados en la primera línea de
combate enemiga. Además, ocurre que los éxitos y fracasos de las
operaciones antiterroristas se suelen valorar por el número de cadáveres
enemigos generados al fin de cada jornada, a falta de cotas a
conquistar o de líneas enemigas a ocupar.
Entre esas operaciones
antiterroristas se han dado casos de aniquilamiento de toda una
población campesina mediante napalm, desbrozando previamente la zona con
el deletéreo “agente naranja” -como ocurrió en Vietnam- o el exterminio
violento e imprevisto, fulminándolos por sorpresa desde el aire, de los
asistentes a una ceremonia religiosa, confundida con una concentración
de terroristas por las “infalibles” fuentes de información de los
servicios que dirigen a distancia la acción, presuntamente “quirúrgica”,
de los omnipresentes drones.
Todo eso ha venido
contribuyendo a crear en las tropas más implicadas en la guerra
antiterrorista una sensación de impunidad ante acciones que violan las
más elementales leyes del derecho internacional humanitario, impunidad
que suele extenderse por conducto reglamentario hasta alcanzar los más
elevados escalones del mando. Es así como conviene interpretar la “Historia del soldado Charlie”, publicada en el suplemento dominical de El País
del pasado 12 de mayo, que tanto ha chocado a muchos de los lectores de
ese diario, sobre todo por tratarse de un soldado español. Testimonio
tan estremecedor de la brutalidad esencial del antiterrorismo
militarizado obliga a reflexionar sobre qué es lo que se quiere
conseguir en cada caso y cuáles son los medios más adecuados para
alcanzarlo, sin necesidad de copiar o adaptar los manuales tácticos que
genera el Pentágono para sus propios fines.
La historia de las
guerras recientes muestra lo fácil que es derivar hacia una degeneración
moral de los combatientes, como la que en Vietnam creó el neologismo
inglés fragging, palabra con la que se designaba el hecho de
atacar al propio jefe lanzándole por la espalda una granada de mano,
cuando sus órdenes o exigencias no eran del agrado de los soldados que
debían ejecutarlas.
Una consecuencia de lo anterior fue la
supresión del reclutamiento obligatorio en EE.UU. en cuanto se dio por
terminada la guerra de Vietnam. Se trataba de eliminar los problemas
disciplinarios que tanto habían contribuido a la descomposición militar.
Sin embargo, para algunos analistas estadounidenses eso supuso el final
de la democracia en los ejércitos. Un conocido periodista escribió: “El
ejército [de conscripción] era democrático y el Gobierno se veía
forzado a reconocer y respetar los deseos de la población y de los
soldados y oficiales civiles que lo constituían. Lo que Vietnam destruyó
fue el ejército democrático. El nuevo ejército profesional de
voluntarios hace posible las guerras no democráticas, ideológicas por su
naturaleza y motivos, y las guerras interminables”.
Pero el retorno al ejército de conscripción es imposible ya en EE.UU. En las últimas guerras “clásicas” de EE.UU. (la 2ª G.M. y la de Corea), el reclutamiento se valoraba mayoritariamente como algo patriótico que no admitía excepciones: era lo que había que hacer. Pero en Vietnam, la primera gran guerra antiterrorista que libró el país, desapareció la universalidad del servicio: había más negros que blancos empuñando las armas, y no era fácil encontrar allí a los jóvenes de las clases altas, a los que las juntas de reclutamiento solían enviar a destinos alejados de los disparos. Como le ocurrió al expresidente Bush (camuflado en la Guardia Nacional de Texas) o a su vicepresidente Cheney, que se vio forzado a justificar su ausencia de la guerra alegando que tenía “otras prioridades” que le hicieron buscar subterfugios para eludir el reclutamiento.
Sin embargo, es erróneo considerar no democráticos a
los ejércitos profesionales de alistamiento voluntario. El ejército no
es más ni menos democrático que el Estado al que sirve. Los desmanes
(torturas, abusos, violaciones, desapariciones…) publicados profusamente
en los últimos años se producen cuando la democracia es una virtud para
uso interior de la propia población pero se desdeña cuando se combate
contra pueblos extraños, tenidos por inferiores. Además, soldados
voluntarios o forzosos, por igual, han oprimido y exterminado en
ocasiones a sus propios pueblos en los regímenes dictatoriales. Los
ejércitos son instrumentos de muy delicado uso: como las armas
domésticas. El abuso de unos y otras suele conducir a situaciones de muy
alta peligrosidad.
domingo, 17 de febrero de 2013
hay alternativas, incluso dentro del euro
Juan Torres López*
La situación en la que se encuentra la economía española y la de otros
países de la Eurozona es dramática. Se mire por donde se mire,
permanecer en las condiciones en las que estamos no puede llevarnos sino
a un desastre de consecuencias imprevisibles.
No se trata de ser
catastrofistas sino de contemplar con realismo lo que está sucediendo y
de anticipar lo que es previsible que venga detrás, a la vista de lo que
ya ha ocurrido en otros países que pasaron por circunstancias parecidas
a las nuestras.
Permanecer sin más en el euro y aplicar las
políticas de austeridad va a destruir la actividad productiva y a poner
en las nubes la cifra de parados. Nos hundirá en la depresión durante
años y hará que se vaya acumulando un volumen de deuda insoportable que
imposibilitará cualquier tipo de cambio en el futuro inmediato. Seguir
como estamos, simplemente aguantar el chaparrón, es suicida y, a mi modo
de ver, la peor política posible.
La impresión generalizada es
que no hay alternativas a las imposiciones de Europa, que no queda más
remedio que obedecer lo que dice la señora Merkel y aplicar sin
rechistar lo que impone la Troika, la Comisión Europea, el Banco Central
Europeo y el Fondo Monetario Internacional.
Es cierto que
nuestra pertenencia a la Unión Monetaria supone un corsé agobiante
teniendo en cuenta la forma tan inadecuada en que conformó en su día. Y
tan apretado que, a estas alturas, sería muy difícil salir de él sin
tener que soportar un trauma social extraordinario (de hecho, ni
siquiera está formalmente contemplado que un país abandone el euro) y
costes económicos muy grandes.
Pero, incluso en el marco de ese
estrecho corsé, hay posibilidades alternativas y caminos diferentes a
los que estamos siguiendo en España bajo el gobierno del Partido
Socialista primero y ahora del Partido Popular.
No me refiero
aquí a políticas concretas o sectoriales, de las que me ocupé junto a
Vicenç Navarro y Alberto Garzón en nuestro libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España
, sino a los grandes escenarios en las que podría ser posible afrontar
la parálisis económica en la que estamos como consecuencia, sobre todo,
del incremento de la deuda soberana y de la falta de demanda y
financiación que nos agobia.
En este sentido más general ta
mbién hay alternativas diversas, de diferente naturaleza y efectos, que
incluso son compatibles con la pertenencia al euro. Me he ocupado de
alguna de ellas en los últimos artículos que vengo escribiendo, que
pueden encontrarse en mi web ( http://www.juantorreslopez.com ), y ahora me voy a limitar a mencionar las cinco que señalaba Ellen Brown hace unos meses refiriéndose al caso griego ( G reece and the euro: fifty ways to leave your lover ) y que creo que son perfectamente extrapolables a nuestro país.
Una primera sería la emisión por parte del Banco de España de una
moneda complementaria al euro. Sería una moneda de curso legal
electrónica, cerrada, es decir, no convertible en otras divisas y
utilizada como paralela y complementaria del euro, solo en los
intercambios nacionales y que serviría para que se puedan realizar las
transacciones que ahora no se pueden llevar a cabo por insuficiencia de
euros.
Aunque su puesta en marcha presenta lógicas dificultades
técnicas y legales, que son comprensibles y evitables sin demasiados
problemas, tendría grandes ventajas porque permitiría reducir el déficit
comercial, bajar la necesidad de financiación y su coste, y propiciar
una rápida recuperación de la liquidez interna para dinamizar la
actividad empresarial y el consumo.
Otra segunda vía sería que
el propio Banco de España fuese el que emitiese euros para financiar sin
apenas coste al Estado y evitar así que éste tenga que pagar unos
intereses tan elevados como los que han provocado el gran incremento de
la deuda en los últimos años. Puede parecer una posibilidad estrambótica
pero lo cierto es que lo permite la normativa que regula el
funcionamiento del BCE y del Sistema Europeo de Bancos Centrales, y que
ya se ha utilizado en Irlanda. Si allí se permitió para salvar a los
bancos privados lo complicado sería justificar que no se haya permitido
para salvar a los países enteros.
La tercera es una vía que si
no ha sido utilizada ya es porque los gobiernos actúan o con una torpeza
gigantesca o con una enorme complicidad con los intereses privados más
poderosos. Como es sabido, el Banco Central Europeo tiene prohibido
financiar a los gobiernos y eso es lo que ha obligado a estos últimos a
endeudarse a altos tipos de interés en lugar de haberlo hecho sin apenas
coste (España ha debido pagar en concepto de intereses unos 350.000
millones de euros de 1995 a 2011). Pero el artículo 123.1 del Tratado de
Lisboa sí le permite financiar a las entidades de crédito públicas, de
modo que si se hubieran nacionalizado bancos o cajas de ahorros podrían
recurrir a la liquidez que proporciona el BCE sin apenas coste
(actualmente al 0,75%) y utilizarla, a diferencia de lo que están
haciendo los bancos privados que la reciben a manos llenas, para
proporcionar crédito a las empresas y consumidores.
El
argumento que se da para no adoptar estas dos vías anteriores es que
provocarían inflación. Pero eso no tiene fundamento. Si esa medida va
acompañada de un plan efectivo de recuperación económica no cabe temer
que produzca alza de precios y, en todo caso, no tiene por qué tener un
efecto inflacionista mayor que el que puede provocar el extraordinario
incremento de la base monetaria que se ha generado inyectando liquidez a
los bancos privados.
La cuarta vía que propone Ellen Brown la
hemos defendido también otros muchos economistas y organizaciones
sociales: un impuesto sobre las transacciones financieras. Algunos
cálculos, como el del investigador Simon Thorpe a partir de los datos
del Banco Central Europeo cifran el volumen total de transacciones
financieras en Europa entendidas en el más amplio sentido en 1.600
billones de euros ( Total Eurozone Transactions in 2011: € 1.6 quadrillion)
lo que da idea de la inmensa cantidad de recursos que se podría obtener
(además de otros efectos positivos de la medida) si se aplicase incluso
un impuesto moderado del 0,3 ó 0,5% .
Cualquiera de estas
medidas o su combinación permitiría abordar y solucionar los problemas
que padecemos con mayor eficacia y desde luego con mucha más justicia.
El mencionado Simon Thorpe pone el ejemplo de Grecia y señala que si
allí se crease una banca pública y esta recibiera prestado del Banco
Central Europeo al 1% el dinero suficiente para comprar la deuda griega,
podría amortizar ese préstamo en diez años solo con el rendimiento de
un modesto impuesto del 0,3% sobre las transacciones financieras. Es
decir, sin necesidad de recurrir a los dramáticos recortes y sacrificios
que se le están imponiendo a su población.
Finalmente, Ellen
Brown indica que los pueblos también tienen como alternativa, y como
derecho, el repudio de una deuda que es verdaderamente odiosa si se
tiene en cuenta que en gran parte es el resultado de manipulaciones en
los mercados o, simplemente, de no haber tomado medidas como las que
acabo de señalar y de las que ni siquiera nadie puede decir que sean
contrarias a lo establecido en las normas que regulan la unión
monetaria.
Es precisamente el hecho de que no se hayan tomado
para evitar fácilmente el sufrimiento de la población y la ruina de las
economías lo que demuestra que las políticas que se vienen imponiendo no
se aplican porque sean irremediables o no tengan alternativas sino
porque lo que se desea es favorecer con ellas a los grandes poderes
financieros y empresariales. Así lo demuestra el resultado distributivo
tan desigual que vienen produciendo. Y de ahí, justamente, el carácter
inmoral, odioso y repudiable de la deuda que generan.
Hay,
pues, alternativas, no diré abundantes pero sí suficientes, que si se
pusieran en marcha podrían evitar los daños que están causando las
políticas actuales de austeridad y recortes de derechos.
Nadie
afirma que los caminos alternativos sean de fácil factura o que su
implementación esté exenta de riesgos y dificultades pero lo cierto es
que están a nuestro alcance. Es mentira que no los haya y que solo se
pueda hacer lo que dictan los de arriba por boca de la señora Merkel. Se
podrían poner en marcha si hubiese voluntad política y eso demuestra
una vez más que los problemas económicos no tienen soluciones técnicas y
neutras sino políticas que tienen más bien que ver con el poder y con
la democracia realmente existente.
viernes, 18 de enero de 2013
el conflicto en mali servirá de pretexto para una intervención militar occidental en argelia
Exactamente como se predijo, el curso de la "intervención" francesa en la nación norteafricana de Malí se ha extendido a Argelia - el siguiente objetivo más probable de los intereses geopolíticos occidentales en la región desde la exitosa desestabilización de Libia en 2011. En el artículo de la semana pasada "La hipocresía de Francia mientras caen las bombas en Malí" se señaló específicamente que:
"Ya en agosto de 2011, Bruce Riedel, del think-tank financiado por el sistema financiero corporativo, la Institución Brookings, escribió que "Argelia será la próxima en caer", donde alegremente predijo que el éxito en Libia podría envalentonar a los elementos radicales en Argelia, AQMI en particular. Entre la violencia extremista y la perspectiva de ataques aéreos franceses, Riedel esperaba ver la caída del gobierno argelino. Irónicamente Riedel señaló:
Argelia ha expresado particular preocupación de que los disturbios en Libia podrían llevar al desarrollo de un refugio seguro y principal santuario de Al-Qaeda y otros yihadistas extremistas.
Y gracias a la OTAN, eso es exactamente en lo que se ha convertido Libia - un santuario patrocinado por Occidente para Al-Qaeda. El avance de AQMI (al-Qaeda en el Magreb Islámico) en el norte de Malí y la participación francesa ahora verá el conflicto inevitablemente extenderse a Argelia. Debe tenerse en cuenta que Riedel es co-autor del libro "Wich path to Persia?" que abiertamente conspira para armar a una nueva organización listada como terrorista por el Departamento de Estado de EE.UU. (listada como la #28), los Mujahedin-e Khalq (MEK) para causar estragos en todo Irán y ayudar a derrumbar el gobierno de ese país - que muestra un patrón de utilización de organizaciones claramente terroristas, incluso las que figuran como tal por el Departamento de Estado de EE.UU., para llevar a cabo la política exterior de EE.UU."
Ahora, se informa de que terroristas vinculados a al-Qaeda han tomado rehenes estadounidenses en Argelia en lo que está siendo descrito por la prensa occidental como un "desbordamiento" de las operaciones de Francia en Mali. The Washington Post, en su artículo, "Militantes vinculados a al-Qaeda se apoderan de un complejo petrolero de BP en Argelia, toman rehenes en venganza por Malí", afirma:
"Mientras los helicópteros militares argelinos sobrevolaban el desierto del Sahara, los militantes islamistas se escondieron para pasar la noche en un complejo de gas natural que habían asaltado la mañana del miércoles, matando a dos personas y tomando decenas de rehenes extranjeros en lo que podría ser el primer derrame de la intervención de Francia en Malí".
The Wall Street Journal, en su artículo, "Militantes toman rehenes estadounidenses en Argelia", informa que:
"Militantes con posibles vínculos con al-Qaeda han capturado unos 40 rehenes extranjeros, incluidos varios estadounidenses, en un campo de gas natural en Argelia, lo que representa un nuevo nivel de amenaza para los países que tratan de mitigar la creciente influencia de los extremistas islámicos en África.
Mientras los agentes de seguridad en los EE.UU. y Europa evaluaron las opciones para llegar a los cautivos desde bases lejanas, las fuerzas de seguridad argelinas fracasaron en su intento de asaltar la noche del miércoles las instalaciones".
El Wall Street Journal también ha añadido:
"El secretario de Defensa, Leon Panetta, dijo que los EE.UU. tomarían" las medidas necesarias y adecuadas "en la situación de los rehenes, y no descartó una acción militar. Agregó que el ataque en Argelia podría representar un derrame del conflicto de Malí."
Y es la acción militar, tanto encubierta como cada vez mas manifiesta, la que hará que los elementos extremistas manipulados por Occidente y sus falsos esfuerzos por frenarlos, que cada vez más se infiltren y se extiendan a través de la frontera entre Malí y Argelia, al tiempo que los viejos mapas imperiales de Europa se vuelven a redibujar ante nuestros ojos.
Imagen: El imperio francés en su apogeo justo antes de las guerras mundiales. Las regiones que son ahora Libia, Argelia, Mali y Costa de Marfil, todas afrontan una reconquista por parte de los franceses y anglo-americanos, con las tropas francesas, literalmente, ocupando la región y desempeñando un papel fundamental en la instalación de regímenes afines a Occidente. Observe también que Siria era también un holding francés - ahora bajo el ataque de terroristas financiados, entrenados y respaldados por Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña - los mismos terroristas contra los que supuestamente luchan en Malí y ahora en Argelia.
Mientras tanto, estas fuerzas terroristas mismas continuan recibiendo fondos, armas, apoyo militar encubierto y reconocimiento diplomático en Siria, por porte de la OTAN, y en particular los EE.UU. y Francia, que son a la vez los que afirman luchar contra los aliados ideológicos del "Ejército Libre de Siria" en el norte de África. En realidad, Al Qaeda está permitiendo que los EE.UU. y Francia intervengan e interfieran en Argelia, después de varios intentos en 2011 de provocar la subversión política que fue derrotada por el gobierno argelino. Al Qaeda es esencialmente a la vez un casus belli y una fuerza mercenaria, desplegada por Occidente contra los países que son su objetivo. Es evidente que las operaciones francesas tratan de desencadenar conflictos armados en Argelia, así como una posible intervención militar occidental allí también, con el conflicto de Malí sirviendo sólo como un pretexto.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)