El Gobierno se encuentra falto de ideas, y todas las acciones que está llevando a cabo, la mayor parte de ellas no estaban contempladas en el programa electoral, da la impresión de que están improvisadas, cada viernes unas cuentas, sin un plan coherente de actuaciones programadas y sin establecer prioridades de ningún tipo. La única finalidad que se persigue es tranquilizar a los mercados, que ya se ve que no es así, pero se persiste en el error una y otra vez.
Acerca del problema que causa la falta de imaginación en política, escribía Gramsci en el ya lejano 1917 y decía al respecto: “La actividad científica es una cuestión que implica un esfuerzo fantástico; quien es incapaz de construir hipótesis nunca será un científico. También en la actividad política hay una parte para la imaginación; pero en la actividad política, la hipótesis no es de hechos inertes, de materia opaca a la vida; la imaginación en política tiene como elementos a los hombres, a la sociedad de los hombres, al dolor, a los afectos, a las necesidades de la vida de los hombres. Si un científico se equivoca en su hipótesis, no es tan grave, después de todo: se pierde una cierta cantidad de riqueza, ‘de cosas’: una solución se precipita, un globo se revienta. Si el hombre político se equivoca en su hipótesis, es la vida de los hombres la que corre peligro, es el hambre, es la rebelión, es la revolución para no morirse de hambre. En la vida política, la actividad de la imaginación debe ser iluminada por una fuerza moral: la simpatía humana; y queda ensombrecida por el diletantismo, igual que entre los científicos. El diletantismo que en este caso es falta de profundidad espiritual, falta de sensibilidad, falta de simpatía humana” (Odio a los indiferentes, Ariel, 2011). Pido disculpas por la cita un tanto larga pero me resulta enormemente esclarecedora y sirve además para entender lo que este Gobierno hace y por qué lo hace.
De esta forma, se puede observar con preocupación que ante el argumento de la herencia recibida que ya se acaba, lo que se utiliza para justificar lo injustificable es responsabilizar a los ciudadanos de ser los culpables de la crisis, y crear una mala conciencia por lo mal que hemos hecho uso de las oportunidades que se nos conceden. El argumento de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades es el más socorrido, pero también otros, como que los funcionarios y profesores trabajamos poco, o que gastamos demasiado en medicinas. El día 30 de abril en la ceremonia de la entrega de los premios Max de teatro alguien dijo que a los actores se les intentaba denigrar por vivir de las subvenciones públicas, pero no somos el único sector que vivimos de ellas. No solamente a los actores se les denigra, sino también a colectivos de trabajadores, a instituciones como las universidades, y no digamos a los que ejerciendo un derecho recogido en la Constitución se manifiestan. En suma, que casi todos somos responsables de lo que nos ha sucedido, y ahora por eso se nos castiga, y los que se salvan de esa condena son justamente los que sí que han desempeñado un papel decisivo en el desencadenamiento de los hechos.
¿A dónde se nos quiere llevar con todo esto? A una sociedad más pobre, en renta, en derechos, en igualdad de oportunidades, en igualdad de género, en conocimientos, en investigación, en cohesión social, en medio ambiente, y con mayores grados de exclusión social. Todo ello realizado sin demostrar la más mínima sensibilidad hacia los que sufren.