lunes, 17 de septiembre de 2012
¿es ee.uu. una democracia?
Vicenç Navarro*
Esta pregunta parece, a primera vista,
una provocación, pero no lo es. En un momento como el actual con una
extensa cobertura mediática de las elecciones a la Presidencia y al
Congreso de EEUU, en la que aparece un debate vivo e intenso entre dos
posturas distintas representadas por dos opciones claramente
diferenciadas, el Partido Republicano y el Partido Demócrata, cuyos
candidatos a la Presidencia del país han sido resultado de unas
primarias, especialmente intensas en el caso del Partido Republicano,
tal pregunta será interpretada por la sabiduría convencional que tales
medios reproducen, como una “frivolidad” en el mejor de los casos, o
como un indicador más del supuesto “antiamericanismo” que supuestamente
caracteriza a las izquierdas europeas. Puesto que tal acusación ya se ha
hecho en más de una ocasión, me siento en la necesidad de aclarar que
he vivido durante muchos años en EEUU y que me siento comprometido
emotiva y políticamente con el bienestar de las clases populares de
aquel país a las que he intentado servir durante mis años de trabajo en
EEUU (desde las aulas de la academia hasta los despachos de la Casa
Blanca), siendo mis críticas a las instituciones representativas de
aquel país fruto de tal compromiso, pues comparto la percepción
generalizada que tiene la mayoría de la población estadounidense de que
tales instituciones representativas no representan en realidad sus
intereses. El 85% (repito, el 85%) de la población estadounidense, por
ejemplo, no considera que el Congreso de los EEUU represente sus
intereses. Y cuando se les pide a quién creen que representa, la
respuesta mayoritaría (el 82%) es la Corporate Class (los componentes de
las élites empresariales de las grandes compañías o empresas del país).
La mayoría de la población lleva razón.
Los debates de la vida política se hacen dentro de unos márgenes muy
limitados definidos precisamente por tal Corporate Class, que es la que
financia el proceso electoral y las campañas electorales de la gran
mayoría de los políticos. Ni que decir tiene que existe diversidad en el
abanico de propuestas hechas por los dos partidos mayoritarios –el
Partido Republicano y el Partido Demócrata-, diversidad que es la que
alimenta el debate político y mediático en el país. Pero tal diversidad
está muy limitada debido a las fronteras ideológicas definidas por la
Corporate Class. Existen miles de ejemplos de esta falta de diversidad.
Por ejemplo, todas las ofertas de cambio en el sistema de sanidad,
eminentemente privado (aunque financiado públicamente en un 48% de todo
el gasto sanitario) no cuestionan el protagonismo de las compañías de
seguro privadas en la gestión del sistema, y ello a pesar de que según
las encuestas de opinión popular, una mayoría de ciudadanos en aquel
país preferiría un sistema (como existe en Canadá) en que el papel de
tales compañías sería muy inferior. En realidad, la aplicación del
sistema canadiense en EEUU permitiría la extensión de la cobertura
sanitaria a toda la población (medida deseada por la mayoría de la
población) a un coste mucho menor que el actual de EEUU (que alcanza a
ser un 16% del PIB). Tal posibilidad, sin embargo, ha sido descartada,
incluso por el Presidente Obama. Las compañías de seguros privadas han
financiado extensamente las campañas de todos los candidatos (tanto de
los demócratas como de los republicanos) a la Presidencia de EEUU,
impidiendo que tal alternativa sea incluso discutida. Y ello, repito, a
pesar de su popularidad.
La baja calidad democrática de los sistemas mayoritarios
El sistema bilateral mayoritario, sin
ningún sesgo de proporcionalidad, favorece esta captura de los partidos
por los componentes de la Corporate Class. Es paradójico que EEUU, el
prototipo del sistema electoral mayoritario sea tomado como ejemplo por
algunas voces en España. El reciente artículo en El País “Una teoría de
la clase política española” (14.09.12) proponiendo el sistema
mayoritario muestra un claro desconocimiento de su autor, César Molinas,
de la realidad política estadounidense, el sistema mayoritario “por
excelencia”. En realidad las graves limitaciones que existen en la
democracia española se basan precisamente en la escasa proporcionalidad
de su sistema electoral. El protagonismo de la vida política y mediática
del país por parte de dos opciones mayoritarias (favorecido por tal
sistema electoral) en España ha empobrecido enormemente la vida política
del país, facilitando, a su vez, su adaptación (cuando no coaptación) a
los poderes financieros y económicos dominantes en España. No es
extraño, por cierto, que los movimientos a favor de cambios profundos en
sus sistemas democráticos –como el Occupy Wall Street y el 15M- hayan
ocurrido en dos de los países con menor proporcionalidad en su sistema
político (EEUU y España).
La privatización del sistema electoral
El otro problema de la democracia
estadounidense es la privatización del sistema electoral. Las elecciones
son financiadas predominantemente por fondos privados provenientes en
su gran mayoría de las grandes empresas y de los grupos fácticos que
donan su dinero con el objetivo (exitoso) de influenciar a aquellos que
reciben el dinero. La gran mayoría de fondos que financian a los
candidatos (incluyendo a Barack Obama en las últimas elecciones
presidenciales y en las presentes) procedían y proceden de grandes
empresas o asociaciones comerciales o profesionales.
Esta situación ha alcanzado su máxima
dimensión con la aprobación por parte del Tribunal Supremo de EEUU, de
una sentencia, en el caso Citizens United vs Federal Electoral
Commission, permitiendo que las empresas pudieran dar tanto dinero como
quisieran a los candidatos políticos a fin de influenciar las elecciones
y/o las decisiones políticas. Estas empresas pueden, incluso, ser
extranjeras. Hemos visto así como el Instituto Americano del Petróleo
(IAP), el portavoz de las compañías petrolíferas, se ha gastado 7.3
millones de dólares para oponerse (exitosamente) a cualquier legislación
federal que previniera el calentamiento ambiental, resultado de la
utilización de petróleo. Uno de los dirigentes más activos ha sido Tofiq
Al-Gabsani, el representante de las empresas petrolíferas basadas en
Arabia Saudí, hoy uno de los mayores financiadores del candidato
republicano Romney.
La participación activa del IAP en la
financiación del Partido Republicano fue la causa de que el 86% de los
nuevos miembros republicanos en las últimas elecciones al Congreso de
EEUU firmaran un manifiesto, redactado por IAP, en el que se
comprometían a oponerse a cualquier tipo de legislación que regulara el
comportamiento de la industria petrolífera para prevenir el cambio
climático. El IAP ha negado que el obvio cambio climático tenga nada que
ver con la utilización del petróleo, financiando estudios de nula
credibilidad científica que supuestamente muestran que tal cambio
climático se deba a causas naturales (ver Lee Fang “How Citizens United
unleashed millions in secretive spending by US and foreign firms”. The
Nation. 27.08.12).
Otro ejemplo es la Asociación de la
Industria Farmacéutica, que ha gastado 10 millones de dólares para
evitar (exitosamente) que el gobierno federal sea el que defina el
precio de los fármacos que éste compra, con lo cual el precio de tales
fármacos los dicta la propia industria farmacéutica en lugar del
gobierno federal. EEUU es el único país que no utiliza su enorme poder
de compra de fármacos para dictar los precios de los productos
farmacéuticos que compra. Tiene que comprarlos al precio marcado por la
industria.
¿En qué se gasta el dinero?
Esta cantidad de dinero se utiliza sobre
todo para comprar tiempo televisivo y radiofónico, abierto al mejor
pagador sin ninguna regulación en la distribución de tal espacio. Y el
contenido de los anuncios políticos, cuyo número y tiempo de exposición
depende del dinero del candidato político, tampoco tiene ningún tipo de
regulación. Un anuncio puede mentir descaradamente –como lo hacen los
candidatos Romney y Ryan- sobre sus adversarios políticos sin que haya
ninguna capacidad de respuesta, excepto comprando otro anuncio que lo
rebata. El que tiene menos fondos puede aparecer y rebatir menos. De ahí
que el objetivo de Romney sea conseguir varias veces más dinero que el
candidato Obama, hoy Presidente, pues está seguro (y lleva razón en sus
predicciones) que con tal abundancia de fondos puede derrotarlo. Y estos
fondos proceden, de nuevo, en su gran mayoría de la Corporate Class.
Como ha reconocido nada menos que el Senador Republicano John McCain,
candidato republicano a la presidencia de EEUU en 2008, “las elecciones
en EEUU son un juego de poder en el que ambos partidos políticos –el
Republicano y el Demócrata- compiten para permanecer en sus cargos,
vendiendo el país al mejor postor” (citado en Bill Moyers, Money in
Politics: where is the outrage?). ¿Es esto una democracia? Imagínense
que esto ocurriera en Venezuela. El follón que se armaría en los medios
sería enorme. Ocurre en EEUU, y tales medios dedican horas y horas a lo
que llaman proceso democrático en aquel país, sin cuestionar, ni una
sola vez, si es, en realidad, un proceso democrático.