miércoles, 11 de marzo de 2009

UNA GRAN CARPA PARA AFGANISTAN

Alberto Piris

En su encuentro con los ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN la pasada semana, la Secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, formuló la idea "de lo que se llama una reunión bajo una gran carpa de todos los países preocupados o interesados por Afganistán". En la rueda de prensa que tuvo lugar al concluir la conferencia otánica, precisó más: "Si organizamos ese tipo de reunión, es de esperar que se invite a Irán, como vecino que es de Afganistán".

Con estas sencillas palabras mostró al mundo uno de los más importantes cambios en la política exterior de la Casa Blanca. Algún destacado dirigente de Irán -el núcleo duro del abominable "eje del mal" en la era Bush- estará convocado a reunirse libremente con sus homólogos de EEUU y otros países, si no bajo un gran toldo de reminiscencias beduinas, como sugirió metafóricamente Clinton, sí en algún pulcro salón holandés de conferencias -según se ha filtrado a los medios-, para tratar del que, hoy por hoy, constituye un grave problema que preocupa a EEUU y a sus aliados: hallar el modo de dar fin a la intervención militar en Afganistán.

La invitación tiene también su pequeña trampa, aunque ésta parezca inocente. En efecto: hace un mes Obama envió al presidente ruso Medvédev una carta secreta, que pronto dejó de serlo porque el mismo Obama aludió a ella la pasada semana. Le proponía celebrar conversaciones simultáneas sobre el escudo antimisiles de EEUU, cuyo previsto despliegue parcial en Europa molesta a Moscú, y sobre los designios nucleares iraníes. Obama lo expresó así: "Es natural que si frenamos las intenciones iraníes de hacerse con armas nucleares, será menor nuestra necesidad de disponer de una defensa antimisiles".

Hay dos aspectos a los que Obama no alude, pero que es necesario tener en cuenta. El primero es que, muy probablemente, Rusia no es capaz de ejercer suficiente presión sobre Irán como para torcer su rumbo nuclear. Destacados analistas rusos recuerdan insistentemente que Irán no es un país de orden menor, como Afganistán o Pakistán. Destacan su milenaria historia, su orgullo nacional y su tradicional rechazo a las presiones exteriores. No está lejano en la memoria del pueblo iraní el recuerdo de la expulsión del primer ministro Mossadeq, provocada por EEUU y el Reino Unido cuando intentó nacionalizar el petróleo iraní. Ese fue el origen remoto de la caída del Sah y de la revolución islámica, lo que condujo a la actual situación de enfrentamiento con EEUU. Por lo general, los analistas políticos europeos, incluidos los rusos, suelen ser más sensibles a las enseñanzas de la Historia que sus homólogos de EEUU. De ahí que crean que Obama exagera las posibilidades rusas de influir decisivamente sobre Teherán.

El segundo aspecto es que la prevista instalación del escudo antimisiles no obedece tanto a una amenaza real como a los intereses de la industria de defensa de EEUU, que de ello espera sustanciales beneficios. Al fin y al cabo esto no es sino la continuación de una dinámica que arraigó profundamente durante los decenios de la Guerra Fría y que ha sido muy bien estudiada. Se trata de exagerar una amenaza, inventándola cuando sea preciso, para forzar la necesidad de nuevas armas, siempre más costosas: es el "arsenal barroco" sobre el que ya escribió Mary Kaldor. Vencer estas inercias será probablemente más difícil para Obama que convencer a Teherán de que modifique su política nuclear.

Por su parte, el embajador iraní ante la Agencia Internacional de la Energía Atómica ha manifestado que su país esta dispuesto a entablar conversaciones con EEUU, Rusia, China y los principales países europeos. Añadió que si esos países "adoptan maneras civilizadas y comparten la misma mesa de diálogo, podremos romper el punto muerto". Sin embargo, no es fácil que la reunión se produzca antes de junio, cuando tendrán lugar en Irán las elecciones presidenciales en las que participará Ahmadineyad, cuya furibunda retórica contra EEUU habrá de templarse en cierta medida si resulta reelegido en el cargo y pretende acercar posiciones con el resto del mundo.

Podemos, pues, deducir que la pasada cumbre de la OTAN ha mostrado un avance muy positivo en dos direcciones que la obcecación de la época de Bush había hecho impracticables. Una es la nueva relación con Rusia, esencial para la estabilidad de Europa, aunque a algunos países del Este europeo les cueste vencer sus recelos históricos y manifiesten disgusto. La otra se dirige a Teherán como parte interesada en el conflicto de Oriente Medio, aunque en este caso sea en Israel donde se percibe la resistencia. A EEUU corresponde persuadir a sus reticentes aliados para que apoyen la nueva política.

Otro importante paso en ambas direcciones podrá darse el próximo 2 de abril, cuando en Londres se reúnan Obama y Medvédev en la cumbre del G-20, lo que permitirá saber si Washington y Moscú empiezan a trabajar de modo conjunto, con puntos de vista no muy dispares, en algunos de los principales problemas que aquejan hoy a la humanidad.

* General de Artillería en la Reserva

domingo, 8 de marzo de 2009

DE SPECULUM A ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE: LUCE IRIGARAY, 25 AÑOS DE FILOSOFÍA FEMINISTA DE LA DIFERENCIA (*)

Juan de Avila


Luce Irigaray, quien nació en Bélgica y reside en París, es una de las más grandes pensadoras y filósofas del feminismo de la diferencia. Desde su libro Speculum, publicado en 1974, su crítica a la cultura patriarcal monosexuada ha sido central para un pensamiento y un hacer del mundo que rompa la idea del varón como el neutro universal y contenedor del género femenino. Su profusa reflexión filosófica, orientada siempre al ser mujer en esta cultura y a la búsqueda de condiciones para el desarrollo de una "subjetividad femenina autónoma", ha abarcado análisis de las relaciones, del lenguaje, del derecho, de la historia, de la sexualidad, de la creatividad y de la estética.

En entrevista exclusiva para Triple Jornada, realizada en su departamento parisino, esta filósofa, psicoanalista, investigadora, escritora, conferencista y luchadora por una sociedad capaz de contener diferenciadamente a los dos géneros, habla de las constantes de su obra, aporta su nueva visión sobre la virginidad femenina, sobre la necesidad de refundar la familia basada en un reconocimiento entre hombre y mujer como personas civiles y no sólo como identidades naturales y critica a las feministas que han abandonado sus objetivos y "hasta a ellas mismas" por hacer una carrera. Ello en el contexto de su último libro Entre Orient et Occident publicado este año en Francia por Ediciones Grasset y aún sin traducción al español.

Triple Jornada.- ¿Cómo ha sido la evolución de su pensamiento desde su primera obra, Speculum, pasando por Etre Deux (Ser Dos) y ahora Entre Orient et Occident.

Luce Irigaray.- Mi obra escrita se desarrolla a razón de un libro por año, la mayor parte de éstos han sido traducidos al inglés, italiano, español, alemán y japonés. Tres intenciones organizan el desarrollo de mi pensamiento: la crítica de una cultura de sujeto único, el masculino; la definición de parámetros que permitan la constitución de una subjetividad femenina autónoma, y la búsqueda de condiciones de posibilidad -filosóficas, lingüísticas, políticas- de una cultura de dos sujetos no sometidos uno al otro. Aunque el desarrollo de la obra es ciertamente cronológico (74-85, de Speculum a Parler n´est jamais neutre; 85-92, de Parler n´est jamais neutre a J´aime à toi y 92-97 de J´aime à toi a Etre deux), estas diferentes dimensiones intervienen con frecuencia en el mismo libro. Es decir, ya es posible encontrar en Speculum el proyecto realizado en Etre Deux.

T.J.- En su libro Entre Orient et Occident, de reciente publicación aquí en Francia, usted da un giro a su pensamiento y destina gran parte de sus reflexiones a la cultura del cercano y lejano Oriente.

LI.- Algunos de los últimos filósofos occidentales han volteado hacia el Oriente para buscar allí elementos olvidados en la tradición occidental. Así lo he hecho yo misma, leyendo a Nietzsche y a Heidegger, por ejemplo. Por otro lado, abordé este regreso al Oriente cuando, después de sufrir un accidente de auto, se me aconsejó la práctica del yoga. El maestro que me inició lo hizo también en lecturas acordes con la práctica. De esta manera descubrí textos tradicionales de culturas del lejano y cercano Oriente, en las cuales encontré un modo de pensar diferente al habitual en Occidente, el cual me parece que corresponde a cierto número de mis deseos: un pensamiento más encarnado, expresión más cercana a la realidad y al lenguaje poético, sabiduría más atenta a la identidad femenina y más respetuosa del cosmos. Intento así establecer, o restablecer, puentes entre las tradiciones del Oriente y del Occidente, pero de manera diferente a la de los filósofos occidentales: mi acercamiento está ligado a una práctica y a una lectura de los textos tradicionales de esas culturas de las cuales hablan poco los filósofos de Occidente.

T.J.- En Entre Orient et Occident usted habla de enseñanzas espirituales nuevas aprendidas de las culturas orientales.

LI.- De esas culturas, aprendí, en efecto, que espiritualidad y pensamiento no se separan; en nuestra tradición, diríamos: filosofía y religión no se separan, pero en las culturas no occidentales, se trata de una espiritualidad bastante diferente, que cada uno está invitado a practicar respetando los ritmos de su cuerpo, los ritmos del universo. Una cultura de la respiración, del aliento, permite, por otra parte, unir esos dos aspectos del mundo natural.
En Occidente, la filosofía nos enseña que el hombre es un animal dotado de lenguaje; en Oriente, el humano realizado aparece más bien como capaz de dominar su aliento y, a través de esta dominación, despertar y transfigurar poco a poco la materia de la cual está hecho, la del mundo a su alrededor, la de los otros seres vivos. A la luz de esta cultura del aliento, he podido interpretar por otra parte ciertos ¨misterios¨ de la tradición occidental, de manera más apropiada a un devenir espiritual femenino.

T.J.- En su capítulo sobre las Enseñanzas orientales aborda el tema de la virginidad como una necesidad o una decisión de la mujer y hasta podría deducirse que recomienda su práctica, ¿busca abrir usted una nueva vía para interpretar y valorizar de manera diferente a la actual la virginidad femenina?

LI.- Virginidad es una palabra que durante mucho tiempo ha servido para la explotación de la mujer. Por ello pienso que es importante descubrirle o redescubrirle un sentido positivo. Esto es posible a partir de una cultura del aliento: la virginidad corresponde entonces a una dimensión espiritual en la cual las mujeres pueden asegurar ellas mismas la práctica (de la virginidad), sin una sumisión a las enseñanzas masculinas poco prevenidas sobre la subjetividad femenina. Por otro lado, la virginidad de la mujer puede igualmente significar un derecho, para ella, a la integridad física y moral, que debería ser garantizado por una legislación. La virginidad femenina ha sido considerada durante mucho tiempo como un valor al servicio del varón, notoriamente para hacer de la mujer un objeto de intercambio entre los hombres. Reencontrar un sentido positivo a la virginidad por parte de la misma mujer es importante culturalmente hablando.

T.J.- El tema de la familia y su crisis contemporánea está también presente en su obra. ¿Cómo refundar la familia a partir de la situación actual?

LI.- Actualmente en Occidente las familias explotan: padres y madres se separan, los hijos van de una al otro, del otro a la una. Volver a los antiguos modelos familiares no es una solución. Se trata más bien de inventar una nueva familia: no más esa en la cual cada uno o cada una pierde su identidad en un todo indiferenciado donde gobierna la madre en la casa y el padre, como ciudadano, dentro y fuera del hogar. Para salir de este tipo de comunidad familiar, ¿no sería la solución refundar la familia sobre una alianza entre el hombre y la mujer, reconocidos ambos como personas civiles y no solamente como identidades naturales? La familia se convierte así en un lugar en construcción de la comunidad civil y del devenir cultural de la humanidad. La filiación no es más su objetivo principal sino el florecimiento de la pareja y del mundo en el cual vive. ¿Por qué temer que este florecimiento se oponga a la generación, si éste toma el sentido no de un destino o de una obligación, sino de una unión más íntima y más completa?

T.J.- El concepto de la diferencia entre hombre y mujer es la clave en su obra. ¿Por qué mientras la mayoría habla de la igualdad usted habla de la diferencia?

LI.- Primero, creo que continuamente hay una confusión entre igualdad y equivalencia de los derechos. Segundo, devenir igual significa frecuentemente abolir su identidad. Más profundamente, yo diría que el mal de nuestra época viene sobre todo de una pérdida de la autonomía personal, resultante de una falta de cultura de la vida como tal, que hace que difícilmente nos encontremos el uno frente al otro. El Otro se convierte en un padre o un niño, en un amo o un esclavo, un superior o un inferior, una cosa o un verdugo. La relación de reconocimiento y de reciprocidad es rara. ¿No es allí donde se encuentra el mayor bien? El problema de la igualdad entre los individuos, particularmente entre los sexos, no puede resolver la cuestión: la igualdad se evalúa en función de algo en común que posee más o menos cada uno, lo que entraña relaciones de competición agresiva. No hay cuestionamiento entonces respecto al amor y la reciprocidad de las personas. Esto no puede ocurrir más que dentro del respeto de las diferencias, cuando el otro es reconocido por lo que es, en un deseo, una alianza y un entrelazamiento de las cualidades propias de cada uno o una.

T.J.- ¿Ve entonces usted una manera de construir un universo cultural y social donde la relación de amor, afecto, interacción, tenga una mayor participación en la construcción de parejas y familias?

LI.- Sí, en el mundo entero no existen sino hombres y mujeres, de diferentes edades, de diferentes razas, de diferentes tradiciones. Desarrollar una cultura del respeto de la diferencia entre hombres y mujeres vuelve a construir las bases de una democracia universal, por lo que la desaparición de la diferencia, de las diferencias, conduce, ella, a la competencia, al conflicto, a la guerra.

T.J.- ¿Qué piensa usted de los debates actuales sobre la paridad en política? ¿Las modificaciones constitucionales al respecto le parecen deseables?

LI.- Según yo, la paridad debería comenzar al nivel de la ciudadanía entre mujeres y hombres, en la vida privada y pública. Para esta paridad, debemos completar el Código Civil más que modificar la constitución que, en Francia al menos, no concierne a las leyes relativas al gobierno. Por ejemplo, la mujer debe poder decidir libre y responsablemente sobre su maternidad, de lo contrario ella queda como menor de edad. Esta paridad ¨por lo bajo¨ es necesaria a la democracia como paridad real de los ciudadanos delante de la ley, el Estado. Es ella la que puede llevar a una paridad ¨por lo alto¨. Representar a los otros sin representarse a sí misma no conviene. Una identidad civil garantizada por el derecho, y no una identidad natural, es necesaria para asegurar una representación democrática. Entre el elector/a y el elegido/a, un tercer objetivo legal es necesario: el código civil. El número de asuntos políticos que se tratan hoy en lo penal lo prueba. Las mujeres deberían abrir la vía a una política diferente: en lo que concierne a las relaciones entre derecho y mandato representativo y en lo que concierne a la defensa y promoción de valores que le son más familiares: la vida y las relaciones entre las personas, por poner dos ejemplos.

T.J.- ¿Qué piensa de la evolución del movimiento feminista? Una crítica reciente que se hace eco en México y en otras partes es que poco o nada ha cambiado respecto a la condición de las mujeres?

LI.- Es difícil decir que nada ha cambiado, incluso si la evolución entraña a veces cosas poco deseables. Estas resultan sobre todo del hecho que las mujeres no continúan militando juntas para la obtención de derechos para todas las mujeres. Ciertas mujeres utilizan la apertura obtenida por los movimientos de liberación ¨para hacer carrera¨ renunciando a los objetivos de los movimientos de liberación, e incluso a ellas mismas. Ellas han servido así a la causa de los hombres más patriarcales y no a la de ellas mismas. Además, estas mujeres son frecuentemente incompetentes desde el punto de vista de las posturas de la liberación de las mujeres, y es, por otro lado, la razón por la cual ellas han podido hacer fácilmente carrera.

T.J.- Por último, al leer sus obras, las encuentro un tanto complicadas, con lenguaje muy denso, no para cualquier público. ¿Para quién escribe Luce Irigaray, cuál es su público?

LI.- Speculum me ha valido la exclusión de las instituciones universitarias, pero (por otro lado) la atención de numerosas mujeres con menos diplomas. El amor, la vida e incluso la verdad son frecuentemente mejor comprendidos por los niños y por las personas un poco ingenuas culturalmente que por los intelectuales, los sabios, que tienen una posición adquirida a defender. Sin forzosamente comprender el contexto filosófico de ciertas palabras - irreductible, indirección, apropiación, etc- su atención se asiste por el deseo que permite intuir el sentido de las palabras que forman parte también de lo cotidiano. Mi libro J´aime à toi (Amo a ti) ha sido adoptado por las jóvenes italianas como guía amorosa, sin grandes competencias teóricas. Considerar a los no intelectuales como incapaces de cultura, como si tuvieran necesidad de un discurso estándar, predigerido, es un error grave. Ello puede llevar a aberraciones totalitarias. La capacidad de pensar de los ciudadanos es lo que pone obstáculos a tales peligros: no solamente rumiar el pasado sino construir, de manera positiva y crítica, un futuro más justo y más feliz.

(*) Las respuestas de Luce Irigaray, fueron revisadas por ella, por lo que se entregan sin ninguna corrección.