sábado, 30 de mayo de 2009

nuevas herramientas para ampliar la percepción de la realidad

Alicia Montesdeoca *

El físico
David Bohm, antiguo colaborador de Einstein, utiliza la metáfora del holograma como punto de partida de una nueva explicación de realidad: el orden plegado. La realidad clásica se ha centrado en manifestaciones secundarias, el aspecto desplegado de las cosas, y no en su fuente. Estas apariencias se abstraen de un flujo intangible, invisible, que no se compone de partes. Se trata de una interconexión inseparable... “Bajo la esfera explicada de cosas y acontecimientos separados se halla una esfera implicada de totalidad indivisa, y este todo implicado está simultáneamente disponible para cada parte implicada”.


Según esta visión, que se recoge en su obra “La totalidad y el orden implicado”, fruto de cuarenta años de investigación física y filosófica, en cualquier elemento del universo se contiene la totalidad del mismo: la parte está en el todo, y el todo está en la parte. Detrás de la apariencia del orden desplegado existe un orden implicado, afirma.

Además, para él, “la conciencia (pensamientos, emociones, deseos, voluntad, toda la vida mental o psíquica) está básicamente en el orden implicado como lo está la materia, y, por consiguiente, no es que la conciencia sea una cosa y la materia otra, sino más bien que la conciencia es un proceso material y está ella misma en el orden implicado, como lo está toda la materia, y que la conciencia se manifiesta en algún orden explicado, como hace la materia en general”. Según su hipótesis, la diferencia entre la materia y la conciencia se encuentra en el estado de sutilidad, “la conciencia es posiblemente una forma más sutil de materia y de movimiento, un aspecto más sutil del holomovimiento”.

Para David Bohm, el pensamiento crea un orden de lo “real” que no considera el orden interno de la realidad, el orden no desplegado, no manifestado (...) “El propio pensamiento ha establecido una distinción entre materia y espíritu. Y resulta evidente en qué consiste esta diferencia: lo que no tiene una forma sólida evidente y lo que mueve a algo distinto se llama espíritu” (...) “Así que, finalmente, diríamos que una visión consecuente sería afirmar que algo como la materia no manifiesta desempeña un papel semejante a lo que pensamos como espíritu. Es materia manifiesta en movimiento, pero ambas son materia, una sutil y otra materia bruta. Ahora bien, sea lo que sea lo que queremos decir con lo que está más allá de la materia, es algo que no podemos aprehender con el pensamiento. Quiero decir, el pensamiento puede plantear la cuestión, pero no puede ir más allá”.

El pensamiento no puede percibir lo que está más allá de sí mismo, su mecanismo está atrapado por su propio intento de aprehender en un concepto lo no manifiesto, filtrando, conforme a su pequeña medida, la inmensa totalidad que no se puede ajustar a ningún espacio ni a ningún tiempo (...) “El pensamiento tiene su lugar; pero el pensamiento que intenta trascender su lugar bloquea lo que está más allá”, concluye.

La percepción del orden implicado

David Bohm considera que la intuición es la facultad humana capacitada para penetrar en ese estado de cosas, y cambiar la materia misma, concluyendo que aquella, la intuición, tiene capacidad para cambiar y ordenar la propia materia cerebral. (...) “La idea es que la intuición es una inteligencia que trasciende cualquiera de las energías que podrían definirse en el pensamiento (...) Una inteligencia activa. Es activa en el sentido de que no presta atención al pensamiento. Transforma directamente la materia; puentea, por así decirlo, al pensamiento”.

Según la valoración que hace Bohm, el mecanismo de la intuición no sólo acalla el pensamiento, sino que actúa sobre los bloqueos originados por éste, sobre las confusiones, etc. “Es como si tomase un imán y se redispusieran las partículas de una cinta, eso. Sólo que se haría de un modo inteligente, como para eliminar el ruido y conservar limpio el mensaje” (...) “Al ser la inteligencia suprema, la intuición es capaz de reorganizar la materia estructural del cerebro que subyace por debajo del pensamiento, de suerte que quita el mensaje que origina la confusión, deja la información necesaria y el cerebro abierto para percibir la realidad de una manera diferente”. Pero, de momento está bloqueada, los condicionamientos nos bloquean, porque presionan para mantener lo que es familiar y viejo y le meten a la gente el miedo a todo lo nuevo.

Así que la realidad viene limitada por el mensaje que ya se ha grabado profundamente en las células cerebrales desde la primera infancia. La intuición elimina ese mensaje, la parte del mensaje que origina el bloqueo” (...) “Abre el pensamiento para que se refresque y renueve de manera que pueda operar racionalmente. Podría decirse que permanecer en este bloqueo es totalmente irracional. Es el resultado de la presión. Se adopta la idea de que este bloqueo es cierto porque elimina la presión de la incertidumbre”.

La sincronicidad revela los significados universales

Pero, las posibilidades de adquirir nuevas herramientas, que nos permitan acercarnos más a los contenidos de la realidad, no se han agotado; la impresión que seguimos teniendo es que estamos al comienzo del camino, aún creyendo que estamos bien “encaminados”.

Estas certezas se fundamentan en las implicaciones que, en otras disciplinas como la medicina, psiquiatría, psicología, pedagogía, etc., están teniendo las nuevas corrientes científico-filosóficas, generando, asimismo, una sorprendente experiencia práctica y nuevos debates teóricos, que van parejo con una visión más compleja del ser humano y del universo. La primera conclusión, a la que llegamos, es que lo que miramos y lo que somos se definen como algo único, confundido y diluido en una misma y única materia.

F. David Peat nos propone una reflexión que nos coloca en una perspectiva aún más honda de la propuesta por Bohm. Este autor le reconoce a la percepción, a la intuición y a la creatividad la posibilidad de llevarnos aún más lejos, en el conocimiento de la realidad, pero afirma que, “el concepto de un orden plegado sólo nos lleva hasta la mitad del camino. La naturaleza entera de la conciencia y de la mente debe contener niveles más profundos que lleguen hasta una fuente de creatividad incondicional” (...) está claro que determinados aspectos de la mente y de la conciencia parecen ser apropiados para una descripción en términos de órdenes implicados y campos de información activa” (...)

“En otras palabras, aunque el pensamiento y las formas materiales explicadas del mundo deben su existencia a un orden plegado oculto, son capaces de realimentar al movimiento fundamental y darle una nueva forma. Esto sugiere que la realidad se alcanza a través de un movimiento doble. En cierto sentido el universo entero está plegado en cada individuo y en cada región del espacio. La naturaleza de esta realidad, por lo tanto, se puede tocar extendiéndose hacia fuera, hacia las formas explicadas (que realimentan al segundo orden implicado) o hacia dentro, hacia el orden implicado mismo”.

Y aún va más lejos, cuando fija que el movimiento de los órdenes implicados y explicados no tiene por qué terminar en el nivel del segundo orden implicado, sino que puede extenderse indefinidamente hasta órdenes más profundos e incluso más sutiles. Para llegar a esos órdenes se cuenta, dice Peat, con las llamadas sincronicidades. Según este autor la sincronicidad tiene su origen en los patrones fundamentales del universo y no a través de una causalidad de impulsos y tirones que normalmente relacionamos con sucesos de la naturaleza.

Física y Filosofía

Por esta razón, Carl Jung ha llamado a la sincronicidad un “principio conector acausal". La naturaleza de la sincronicidad se caracteriza como suceso único significativo y acausal que implicaría alguna forma de patrón. Carl Jung demuestra que el significado inherente es lo que realmente diferencia una sincronicidad de una coincidencia. La historia de la sincronicidad comienza con Carl Jung y con el físico Wolfgang Pauli, en ellos se unen los planeamientos de la física y de la filosofía.

La causalidad, dice Peat, no es la apropiada para explicar la complejidad de la realidad, las nuevas leyes de la emergencia y la dinámica orgánica: estructuras disipativas (Prigogine), orden implicado (Bohm), campos formativos (Sheldrake), pueden ayudar a explorar los funcionamientos internos de la sincronicidad, por lo que parece interesante seguir explorando por esas vías ya adelantadas.

“Las sincronicidades nos retan a construir un puente con un fundamento apoyado sobre la objetividad de la dura ciencia y el otro, sobre la subjetividad de los valores personales”. Puesto que, “la causalidad y la sincronicidad no son contradictorias sino percepciones dobles de la misma realidad fundamental”. (...)“De este modo se hace posible conservar una experiencia objetiva de la naturaleza y un sentido del significado e interconexión de las cosas sin necesidad de rechazar el planteamiento científico, dice Peat.

“Es sólo cuando la causalidad, añade el autor, se lleva hasta sus límites que se descubre que el contexto real en que ocurren los sucesos debe extenderse indefinidamente. En otras palabras, todo lo que sucede en nuestro universo es causado, de hecho, por todo lo demás. Se podría considerar que la totalidad del universo se revela o se expresa en sus acontecimientos individuales. Es dentro de esta visión global que es posible considerar a las sincronicidades como sucesos significativos que se originan en el corazón de la naturaleza”.

Peat, siguiéndole los pasos al funcionamiento que siguen las células para construir un organismo complejo, confirma que lo que se da en la naturaleza es una cooperación para la vida, cada unidad orienta su actividad hacia un objetivo, el suyo, su propio desarrollo, y asimismo coopera con las otras unidades en un objetivo más complejo, la construcción de un órgano, de un aparato, de un sistema y de un ser vivo, que se manifiesta como unidad en sí mismo, pero que está creado y desarrollado por la labor de cada unidad.

Según se desprende de la aportación de Peat, la visión que hay que alimentar es aquella que trata de descubrir lo que está escondido, y se niega a construir empalizadas que lo oculten aún más; para ello hay que ir detrás de lo que se ha dado en llamar coincidencias, casualidades, azar, suerte, etc., casi siempre con connotaciones despectivas, y que sin embargo han sido fenómenos que han acompañado el devenir humano.

Nuevo juego

Por eso proponemos un nuevo juego, que a las coincidencias con significados íntimos para el sujeto se les reconozca el valor, por lo menos, que hasta ahora se le ha dado a cualquier factor con capacidad para entrar en los órdenes cuantitativos, para ser empíricamente reconocido, para no ser negada su existencia. El valor de ellas está, cuando menos, en que pone en marcha las preguntas y detrás de ellas la imaginación, y con ella la posibilidad de una permanente tensión con la búsqueda de la verdad que nos seduce.

Las coincidencias significativas (las sincronicidades) permiten que se abran grietas en nuestra visión homogénea del universo, con ellas se rompe la rígida comprensión que tenemos y se flexibiliza esa comprensión. Al flexibilizarse, la realidad manifestada puede tornarse transparente y a partir de ahí surgir el movimiento, la luz, el color, el sonido, la no forma y, con todos ellos, la potencia creadora.

También, la naturaleza de la sincronicidad o de los fenómenos que se manifiestan así, nos ayuda a abundar en la íntima relación entre las manifestaciones externas y los procesos internos, en la unidad del sujeto con el objeto que está en el campo de su atención o de su investigación. A través del lenguaje del arte, la literatura, la música o la ciencia, se despliegan o cabe pensar que se despliegan, aspectos del inconsciente que con fórmulas simbólicas nos comunican la esencia de que estamos hechos y que compartimos con toda la naturaleza. “Los muchos ejemplos de movimientos coincidentes del pensamiento, sentimiento e ideas entre grupos y disciplinas inconexos, sugieren que hay un significado más profundo más allá de estas coincidencias y sincronicidades”.

No hemos de extrañarnos de la existencia de un orden, de unas leyes permanentes, cuando cualquier creación, aclara este autor, (en el lenguaje, en la música, etc) está enmarcada o sometida a esas leyes que la estructura, y que no por ello, ese llamado orden, impide crear a ningún individuo: lo que se manifiesta como instrumento para ir al encuentro del inconsciente colectivo que diría Jung, u objetivo que concluiría Pauli.

Los mundos simultáneos que vivimos pueden ser el efecto del movimiento de las mareas de la conciencia humana. Estas mareas, producidas por las corrientes internas, ponen de manifiesto aquellos aspectos de lo que somos, en los distintos grados o niveles del inconsciente.

En el lenguaje marinero diríamos que hay mar de fondo cuando lo que emerge es aquello que durante mucho tiempo ha estado oculto, mientras la superficie de la conciencia ha parecido estar en “calma chicha”, para continuar con la terminología costera. Las sincronicidades parecen ser una oportunidad para acercarnos mejor hoy al significado de los fenómenos, aunque siempre han estado ahí provocando nuestra atención.

Si basta con que haya un observador escudriñando el interior de la realidad manifestada, para que se produzca ese aparente resurgir de lo que está plegado, también sucede en la acción contraria. La negación militante de una realidad evocadora de algo más allá de lo que consideramos lo real, hace emerger, sincrónicamente, otros sucesos, acausales, con significado por sí mismos, que nos animan a no dormirnos en lo obvio y a buscar lo que la paradoja trata de indicar.

El viejo paradigma es el que nos permite mirar y medir pero es, asimismo, el que nos dificulta levantar la mirada de lo que enfocamos. También, la mirada que fragmenta es la misma que impide ver los grandes patrones que estructuran la naturaleza y los contextos globales en que se producen los fenómenos. No parece que se pierda nada por dejar la seguridad aparente que dan los dogmas y adentrarnos en la incertidumbre provocadora que nos ofrecen los filósofos cuánticos.


http://www.tendencias21.net/sociofilosofia/

domingo, 24 de mayo de 2009

Somalia envenenada

Antumi Toasijé *

Un aforismo español afirma que, a río revuelto, ganancia de pescadores. En este caso, los pescadores que ganan son los de las decenas de países que pescan en aguas de Somalia sin pagar ninguna clase de arancel y cuya ganancia asciende, según el Congreso Somalí de Canadá, a 300 millones de dólares anuales. Tampoco es parca la ganancia de las navieras y comerciantes que necesitan pasar por aguas somalís, pues esquivando Yemen ahorran cientos de millones de dólares. Pero hay otros pescadores peculiares, pescadores que, más que pescar, hacen lo contrario, es decir, arrojar cargas envenenadas por la borda cuando nadie mira.

En los siglos de la edad de oro de la piratería, esta se concentraba en el mar Caribe, por el que cada año surcaban miles de buques cargados con el producto del sudor y la sangre de millones de africanos esclavizados que trabajaban gratuitamente para que Europa lo derrochara en los dispendiosos fastos de las monarquías absolutas y en las guerras interétnicas que sacudían el continente. No menos de un tercio de estos piratas eran personas esclavizadas que habían conseguido escapar de la opresión y la ignominia del más productivo crimen de la Historia de la humanidad, la esclavitud de africanos en América. Ya por entonces existía la contaminación por metales pesados, sobre todo por los productos utilizados en los procesos de minería del oro y la plata. En la actualidad, poco parece haber cambiado en el mapa del saqueo y las justificaciones morales para matar pájaros a cañonazos son las mismas que entonces.

Cuando en 2008 los ex pescadores somalís asaltaron el buque ucraniano Fania cargado con armamento no declarado, el representante de los corsarios Januna Ali aseguró que “se tomaban el rescate en pago por la destrucción de las costas somalís por la basura tóxica”. Entonces, en medio de la polémica por el destino de las armas, pocos medios se hicieron eco de estas declaraciones, pero esta puede ser otra de las razones por la que Wardheer News asegura que más del 70 por ciento de la población local apoya las acciones de estos hombres de mar por considerarlas una forma de defensa de los intereses nacionales.

El Partido Verde Europeo puso de manifiesto que, ya en 1992, las compañías Suiza Achair Partners e Italiana Progresso negociaron con determinados señores de la guerra arrojar basura tóxica en las costas del Cuerno de África, si bien ambas firmas han negado este extremo. El oportunismo ha llevado desde entonces a decenas de compañías de diferentes países a arrojar sin pedir permiso, ni siquiera a las débiles e ilegítimas autoridades de los estados semi independientes, decenas de toneladas de residuos tóxicos, incluido material radiactivo. La razón es evidente: se calcula que el coste por tonelada de residuo tóxico en Somalia es de entre 8 dólares para los vertidos negociados y 2,5 dólares para los vertidos gratuitos, mientras que el coste de hacerlo en un país con control y tratamiento científico de residuos tóxicos puede alcanzar los 1.000 dólares. El tsunami de diciembre de 2004 puso de manifiesto este problema al remover las aguas cercanas a la costa y llevar hasta las playas de las humildes aldeas y pueblos bidones con un veneno de largo recorrido de muerte, en ocasiones de decenas de miles de años.

Representantes del Programa de Naciones Unidas para el Medioambiente han venido señalando desde entonces que en las poblaciones del norte de Somalia se da una anormal concentración de hemorragias abdominales y problemas cutáneos. Estos efectos son propios de una contaminación nuclear: se estima que cerca de 300 personas podrían haber fallecido por causa directa de estos residuos, mientras que los efectos sobre la fauna marina no han sido aún evaluados. Según Ahmedou Ould-Abdallah, enviado de Naciones Unidas, las evidencias muestran que se han venido arrojando toneladas de residuos tóxicos, metales pesados producto de desechos hospitalarios y residuos nucleares. Además, se denuncia la posible implicación de la mafia italiana, que controla un tercio del procesado de residuos y basuras en el país europeo.

Mientras tanto, los hechos históricos siguen su curso, y desde principios de 2007 han fallecido en los diferentes enfrentamientos más de 16.000 civiles, más de un millón de personas se han visto desplazadas y tres millones dependen de los diferentes programas de ayuda alimentaria. En la actual batalla de Mogadiscio se dirime si los somalís van a adoptar el modelo del islamismo radical por connivencia del actual Gobierno moderado de la Unión de Cortes Islámicas, liderado por el jeque Sharif (Sheikh) Ahmed, con los intereses de Occidente y de determinados países de Asia. Aunque la información veraz escasea, parece que todavía las milicias radicales de Al Sahab no cuentan con el apoyo mayoritario de la población somalí. Ya es hora de que los países africanos vecinos se den cuenta del peligro de que la inestabilidad somalí sea una excelente excusa no sólo para verter basura tóxica, sino para que las potencias mundiales propongan la recolonización de África.

Como refuerzo a este argumento, están las declaraciones del portavoz de la OTAN, James Appathurai, quien ha afirmado que hay que solucionar el agujero legal existente sobre qué hacer con los piratas de Somalia. El hecho es que la reforma legal que se propone sólo puede ir en la línea de subvertir la soberanía somalí, porque tal y como está conformado el Derecho Internacional, no hay otra forma de cumplir, como diría Patrice Émery Lumumba, con la voluntad del más fuerte disfrazada de legalidad internacional.

* Antumi Toasijé es historiador. Director del Centro de Estudios Panafricanos