lunes, 25 de octubre de 2010

reinventando las naciones unidas


Miguel d´Escoto*

Desde que dejé mi puesto como Presidente de la Asamblea General de la ONU, el 14 de septiembre de 2009, he estado trabajando en una Propuesta de Reinvención de la Organización de las Naciones Unidas. Esa Propuesta pronto la estaremos presentando.

Me encuentro entre los convencidos de que hoy más que nunca el mundo está necesitando unas verdaderas Naciones Unidas que nos una a todos los pueblos y gobiernos del mundo en la defensa del derecho a la vida y de todos los demás derechos inalienables de los seres humanos individualmente y de la humanidad en su conjunto, de todos los seres vivientes, de la naturaleza en general y de la Madre Tierra. Lo que tenemos ahora por Naciones Unidas es un fraude, una farsa, una gran mentira porque hay quienes se han empeñado en viciarla más allá de cualquier reforma posible.

Y digo esto porque es evidente que dentro de la Organización tenemos a un Estado miembro, el más influyente, por rico y militarmente poderoso, que ha logrado persuadir a otros miembros, principalmente del llamado primer mundo, a trabajar por una agenda radicalmente diferente a la agenda de paz, respeto y armonía entre todos los Estados miembros, respetando siempre su igualdad soberana que la Carta consigna como su primer principio. Ese Estado miembro se comporta como dueño y señor de la Organización y sus "negociaciones" no son más que amenazas, represalias e ingentes campañas difamatorias que sólo podríamos calificar de terrorismo mediático.

Para que las Naciones Unidas lleguen a ser una Organización auténtica se necesitaría que todos los Estados miembros, y particularmente los más poderosos e influyentes, estuvieran realmente comprometidos con la paz mundial, la erradicación de las guerras, el hambre y la pobreza de este mundo. Ésos, después de todo, fueron los objetivos por los cuales se crearon las Naciones Unidas y, al suscribir su Carta, los Estados miembros, se comprometieron a dedicar sus mejores esfuerzos por lograr esos propósitos.

Desde hace ya más de treinta años, por lo menos, se sabe que la erradicación del hambre y la pobreza extrema ya no es una utopía inalcanzable. Contamos con los recursos y los conocimientos científicos y técnicos para lograrlo. Lo único que hace falta es la voluntad política de vivir en hermandad, de amarnos los unos a los otros y de estar siempre a la altura de las exigencias de la solidaridad humana. Necesitaríamos también la voluntad política para estar a la altura de las exigencias del respeto, amor y cuidado de todo lo viviente y de nuestra Madre Tierra.

Considero que no hay duda de que la mayor parte de los pueblos del mundo anhelan la paz y la consideran el bien supremo por el cual debemos trabajar. No obstante, existe, como ya hemos dicho, un Estado para el que el bien supremo, el que le da razón a su existencia, no es la paz, sino el poder. Un poder de dominación y aplastamiento que sólo podríamos calificar de diabólico, ya que no existe medio, por violento y criminal que sea, que este Estado, al que normalmente llamamos simplemente imperialismo, no esté dispuesto a utilizar para lograr su objetivo de Full Spectrum Dominance (Dominio de Espectro Total), nombre dado por el propio Pentágono a la estrategia militar para lograr el control de todo el planeta y más allá. Éste, obviamente, es un objetivo que otros ya habían intentado antes, sin poder jamás lograrlo. Según el propio Pentágono, la agenda de este objetivo es controlarlo todo y en todas partes, incluyendo los mares, tierra, aire e, incluso, el espacio exterior y el ciberespacio.

Cuando hablamos de este tipo de ambiciones demenciales, se hace difícil impedir que vengan a la mente memorias de hechos tan condenables y perversos como todos los relacionados con Hitler, que nunca podrán ser suficientemente condenados. No obstante, no es ninguna exageración afirmar que Hitler, con todo el mal que hizo, nunca pudo haber causado tanto daño a la humanidad como el que Estados Unidos ya ha causado y sigue exponencialmente causando, hasta el punto de poner en peligro la continuación de la especie humana y de la mayor parte de la vida en la Tierra. Estados Unidos, sus aliados y la OTAN son mil veces más peligrosos y condenables que el propio Hitler.

Por lo tanto no deja de resultar difícil, por deseable que sea, imaginarnos a unos Estados Unidos diferentes, integrados en el resto de la familia humana, trabajando por la paz y la seguridad del mundo y haciendo todo lo posible por erradicar el hambre y la extrema pobreza de esta Tierra, siendo que ellos son sus principales causantes. Y, además, por supuesto, nos gustaría ver a unos Estados Unidos tratando seriamente también de responder con efectividad al cambio climático, al calentamiento global y a los serios problemas ecológicos de los que han sido de los principales causantes. Pero, cabe preguntarnos, ¿hasta cuándo debemos de seguir esperando que Estados Unidos y sus aliados se compongan y dejen de seguir actuando como enemigos de la humanidad, de la vida y de la Madre Tierra?

La esencial perversidad del imperio no es algo que resultó, por sí sólo, así no más, como por accidente. Fue algo premeditado, decidido por los principales arquitectos de la política de contención de la Guerra Fría, con George F. Kennan, Director de la sección de Planificación de Políticas del Departamento de Estado, a la cabeza. En un documento interno sobre política exterior de 1948, clasificado como Top Secret, hace un resumen de los que debían ser los principales objetivos de la política exterior estadounidense mientras creaban el imperio de la posguerra que se conocería como el siglo americano. La tesis de Kennan, eventualmente desclasificada, era espeluznantemente clara. El egoísmo y la codicia fueron oficialmente entronizados, mientras que la solidaridad internacional fue caracterizada como una extravagancia ante las prioridades "más serias e importantes" del momento. "No necesitamos engañarnos pensando que hoy en día nos podemos dar el lujo de altruismos y de actuar como benefactores de este mundo." Con estos valores y criterios era de esperar que Estados Unidos se comportara siempre como enemigo de los valores y principios consignados en la Carta de la ONU.

Eso sí, los planificadores de la nueva política exterior de los Estados Unidos eran muy conscientes del hecho de que, a estas alturas de la historia, la palabra imperialismo se había vuelto políticamente repugnante, y por eso los arquitectos del orden global de la posguerra controlado por Estados Unidos, consciente y explícitamente optaron por obviar la palabra imperio en referencia al nuevo orden. La alternativa escogida por Estados Unidos fue camuflar su poder imperial bajo el disfraz de "liberación" colonial, apoyo a la "democracia" y al "libre mercado". Como comenta William Engdahl, el mundialmente reconocido experto en relaciones internacionales y autor de varios bestsellers, "esta maniobra fue uno de los más efectivos y diabólicos golpes propagandísticos de los tiempos modernos."

No podemos darnos el lujo de seguir engañándonos. Estados Unidos pudo haber suscrito la Carta de Naciones Unidas pero nunca compartió sus principios y valores. Nunca ha buscado la paz porque necesita la guerra como medio de lograr su Full Spectrum Dominance que ahora se extiende al espacio exterior y al ciberespacio. Estados Unidos nunca ha creído en el imperio del derecho en las relaciones internacionales, siempre ha creído en la ley de la selva, es decir, el derecho del más fuerte. Nunca ha creído en las Naciones Unidas, únicamente ha querido manipularlas y desde su posición como Estado miembro más influyente en la Organización siempre la ha chantajeado y amenazado si no lo acompaña de sus genocidios como el que cometió contra Nicaragua, y sigue hoy día cometiendo contra Iraq y Afganistán.

Con su incomparable aparato de influencia mediática y de lavado cerebral, Estados Unidos ahora prepara psicológicamente al mundo para que acepte una agresión contra Irán, con la misma lógica que lo hizo contra Iraq y Afganistán, hacerse con sus recursos naturales y acercarse cada vez más a Rusia que es, y siempre ha sido, su principal objetivo. La arrogancia del imperio lo hace no prestar suficiente atención a las posibles consecuencias de sus aventuras. Con todo respeto a Iraq y Afganistán, Irán es diferente. Si los estadounidenses no han podido contra Iraq y Afganistán menos podrán contra Irán y las consecuencias de esta nueva aventura criminal podrían ser catastróficas, no sólo para Irán y los países circundantes, sino también, para el mundo entero. Algo similar pasaría si Estados Unidos no acepta seriamente el principio de una sola China y sigue empeñado en su locura de dividirla para eventualmente fragmentarla.

Me parece que ha llegado ya la hora de, como dice el gran intelectual africano Ngugi Wa Thiongâ Öo, descolonizar el intelecto, sacándonos ideas domesticadoras como ésa de que necesitamos a los Estados Unidos a como los esclavos necesitaban a sus verdugos esclavistas. La verdad es que a los Estados Unidos lo necesitamos tanto como necesitamos el arsénico. Basta ya de negación, de no querer enfrentar la realidad ni llamar a las cosas por su nombre.

Las Naciones Unidas no son naciones verdaderamente unidas puesto que las posiciones de los diferentes Estados miembros de la Organización no son iguales con respecto a los temas vitales de la guerra y la paz, el hambre y la pobreza, cambio climático, calentamiento global y desarme nuclear y respeto al derecho a la soberanía, independencia e integridad territorial de todos los Estados. Los Estados Unidos, el país más influyente en la Organización y el mayor violador sistemático de todas sus normas y principios, tiene una posición diametralmente opuesta a la de la inmensa mayoría de los Estados miembros. Sus principales aliados son el Reino Unido, la mayoría de los países europeos e Israel. El arma principal con la que cuenta para imponer su voluntad en el mundo es la OTAN. Al aliarse todos ellos con Estados Unidos se han convertido también en enemigos de la humanidad, de la paz, de la vida y de la Madre Tierra.

Desde mi punto de vista, como religioso y seguidor de mi Señor Jesús de Nazaret, estoy absolutamente convencido de que Estados Unidos está bajo una severa posesión diabólica. El mundo está atravesando un momento verdaderamente apocalíptico. Posiblemente no el primero, pero bien podría ser el último, debido al inmenso y sin precedente poder destructivo de la Bestia y a la apatía, aparente indiferencia y cobardía de los que dicen ser creyentes en Dios, y que debiéndose unir para organizar una estrategia efectiva de resistencia, no lo hacen.

Deberíamos todos con humildad reconocer que el Comandante Fidel Castro, héroe mundial de la solidaridad, es el gran profeta y líder moral y espiritual en el mundo de hoy. Sus reflexiones son realmente inspiradas e inspiradoras. En las del 15 de octubre nos advierte que el daño colateral de una guerra nuclear hoy en día sería la vida de la humanidad. Y, permitiendo a mi Señor Jesús hablar a través de él, Fidel nos urge: ¡Tengamos el valor de proclamar que todas las armas nucleares o convencionales, todo lo que sirva para hacer la guerra debe desaparecer! ¡Gracias Fidel por tu valentía y ejemplo de por vida!

Son todas estas reflexiones las que me llevaron a decir, al concluir mi período como Presidente de la Asamblea General, que la ONU ha llegado a un punto que no basta con reformas y remiendos. Tiene que ser REINVENTADA y es como aporte a esta urgente tarea de reinvención a la que me he dedicado durante los últimos dos años. La propuesta la hago a titulo personal, como ex presidente de la Asamblea General de la ONU, bajo mi total y exclusiva responsabilidad, y como persona interesada en la paz, la erradicación de las guerras, el hambre, la pobreza y el maltrato a nuestra Madre Tierra sin la cual no podemos vivir. Los valores que defiendo, y que toda mi vida he defendido, son los valores de mi Señor Jesús que, en lo fundamental, encuentro absolutamente compatibles con los valores de mis hermanas y hermanos musulmanes, judíos, budistas, confucionistas, hindúes, aymaras, como con los de todas las religiones del mundo y de las más ricas tradiciones éticas-filosóficas como el marxismo, por ejemplo, que propician correctas relaciones entre todo lo viviente y sufriente.

Si alguna vez (para Dios todo es posible) los Estados Unidos deciden, de verdad, regresar a la familia humana y como muestra de ello desmantelan la OTAN y sus más de 1.000 bases militares regadas por todo el planeta, actúa seriamente en el proceso de abolición de armas nucleares, desmilitarización del espacio exterior y pone fin a sus genocidas guerras de agresión, cesa su criminal acoso contra Cuba, suspendiendo el bloqueo y liberando a los 5 héroes cubanos, estoy seguro de que todos lo celebraríamos y los recibiríamos con los brazos abiertos al seno de la familia humana pues lo que nos motiva no es ni el odio, ni el revanchismo, es sólo el amor y las ansias de fraternidad universal. Dios los bendeciría y regresarían la paz, la seguridad y la alegría a nuestro mundo.

Me parece que es sumamente urgente que pongamos manos a la obra en la reinvención de la ONU para que sea realmente eso y no una organización sometida a ningún patrón, por rico y militarmente poderoso que sea. En lo personal, yo he querido responder a la confianza que los Estados miembros depositaron en este su humilde servidor al elegirme Presidente del 63 periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU, reflexionando durante los últimos dos años e intercambiando ideas con la personas que me parecían entre las más calificadas para ayudarme a preparar una buena y viable Propuesta para reinventar las Naciones Unidas y convertirla en un efectivo instrumento en la lucha por la paz, la erradicación de guerras, hambre y pobreza extrema en la Tierra. Unas Naciones Unidas verdaderamente democratizadas y desmilitarizadas. Con humildad y mucho amor, pronto la estaremos presentando en su última versión en nuestro sitio Web: www.reinventingtheun.org

Una vez recibida la propuesta habría que actuar pronto y tener en cuenta que su aceptación o rechazo tendría que ser tomada entre los jefes de Estado y de Gobierno. Remitirlo para que lo analicen y trabajen los Representantes Permanentes en la ONU sería exponerla a una muerte súbita al encontrarse atrapada en la inmensa telaraña de normas de procedimiento como las previstas para "reformas" cuyo único propósito es que no cambie nada. Negociarla regionalmente por grupos de jefes de Estado y Gobierno de los integrantes del Grupo de los 77 + China, podría resultar relativamente fácil y lograrse con la rapidez necesaria al someterla para la aprobación de la Asamblea General una vez garantizados los votos del Grupo de los 77 + China al cual, estoy seguro, muchos otros se sumarán.