miércoles, 20 de octubre de 2010

ee.uu. planea apoderarse del arsenal nuclear de pakistán


Rick Rozoff, Chicago, EE.UU.*

Dos noticias recientes provenientes de EE.UU. han comenzado a reverberar en Pakistán y causan especulación de que el aumento de los ataques de drones estadounidenses y de ataques de helicópteros de la OTAN en ese país podrían ser el presagio de acciones mucho más amplias: Nada menos que la expansión de la guerra de Occidente en Afganistán hacia Pakistán con el objetivo final de apoderarse de las armas nucleares de esa nación. 

News International, el mayor periódico en idioma inglés de Pakistán, publicó un informe el 13 de octubre basado en pasajes del libro recientemente publicado del periodista estadounidense Bob Woodward Obama's Wars que señalan que durante una cumbre trilateral entre los presidentes de EE.UU., Afganistán y Pakistán el 6 de mayo de 2009 el jefe de Estado paquistaní Asif Ali Zardari acusó a Washington de estar tras los ataques de los talibanes dentro de su país con el propósito de utilizarlos a fin de que “EE.UU. pudiera invadir y apoderarse de sus armas nucleares”. [1] 

Woodward describió comentarios intercambiados en una cena de Zardari y Zalmay con Khalilzad, nacido en Afganistán, ex embajador de EE.UU. ante las Naciones Unidas (2007-2009), en Iraq (2005-2007) y Afganistán (2003-2005). Khalilzad también fue un cercano asociado del Consejero Nacional de Seguridad de Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, arquitecto de la estrategia estadounidense de apoyar desde 1978 ataques de extremistas armados basados en Pakistán contra Afganistán, cuando se unió al expatriado polaco en la Universidad Columbia de 1979 a 1989. 

El “testigo” de relevo para lo que es ahora la intervención de más de 30 años de Washington en Afganistán fue pasado de Brzezinski a Khalilzad en los años ochenta cuando este último fue nombrado uno de los funcionarios superiores del Departamento de Estado del gobierno de Ronald Reagan a cargo de apoyar a combatientes muyahidines que operaban desde Peshawar en Pakistán. Entró al Departamento de Estado de 1984 con una beca del Consejo de Relaciones Exteriores y trabajó para Paul Wolfowitz, entonces secretario adjunto de Estado para Asuntos de Asia Oriental y el Pacífico. Sus esfuerzos fueron aumentados por el director adjunto de la Agencia Central de Inteligencia de entonces, Robert Gates, actualmente secretario de defensa de EE.UU. Dos de sus principales clientes, Gulbuddin Hekmatyar y Jalaluddin Haqqani, son fundadores y dirigentes de Hezb-e Islami Gulbuddin y de la red Haqqani, contra los cuales el Pentágono de Gates combate actualmente a ambos lados de la frontera entre Afganistán y Pakistán. 

Según la información de Woodward sobre las acusaciones del presidente paquistaní a Khalilzad en mayo del año pasado, “Zardari dejó caer su cuidado diplomático. Sugirió que uno de… dos países estaba organizando los ataques de los talibanes paquistaníes dentro de su país: India o EE.UU. Zardari no pensaba que India podría ser tan hábil, pero EE.UU. sí. [El presidente afgano Hamid] Karzai le había dicho que EE.UU. estaba tras los ataques, confirmando las afirmaciones del ISI paquistaní [Inteligencia Inter-Servicios].” [2] 

Se dice que Khalilzad, cuyo currículum vitae también incluye tareas en el Departamento de Defensa, el Consejo de Seguridad Nacional, el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, la Fundación Nacional por la Democracia [NED], la Corporación Rand (donde ayudó a establecer el Centro de Estudios de Oriente Próximo) y el Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense, discrepó de la afirmación de Zardari, lo que llevó a que este último respondiera que lo que había descrito “era un complot para desestabilizar Pakistán”, tramado para que, según la versión de sus palabras de Woodward, “EE.UU. pudiera invadir y apoderarse de las armas nucleares [de Pakistán]”. 

El informe señaló que Zardari “no podía explicar de otra manera la rápida expansión de la violencia. Y la CIA no había perseguido a los dirigentes de los talibanes paquistaníes, un grupo conocido como Tehrik-e-Taliban-e-Pakistan o TTP que había atacado al gobierno. TTP también fue culpado del asesinato de la esposa de Zardari, Benazir Bhutto.” 

En las palabras del presidente paquistaní: “Os damos objetivos de talibanes que no perseguís. Perseguís otras áreas. Estamos desconcertados.” 

Cuando Khalilzad mencionó que los ataques con drones dentro de Pakistán “tienen el objetivo primordial de dar caza a miembros de al-Qaida e insurgentes afganos, no a los talibanes paquistaníes”, Zardari respondió insistiendo “Pero el movimiento talibán está vinculado a al-Qaida… por lo tanto al no atacar los objetivos recomendados por Pakistán EE.UU. ha revelado su apoyo a TTP. En un cierto momento la CIA incluso trabajó con el líder del grupo, Baitullah Mehsud.” [3] (Tres meses antes un ataque de drone dirigido por la CIA mató a Mehsud, su mujer y a varios parientes políticos y guardaespaldas.) 

En agosto de 2009, mientras todavía comandaba todas las fuerzas de EE.UU. y de la OTAN en Afganistán, el entonces general Stanley McChrystal emitió su confidencial Evaluación Inicial del COMISAF (Comandante de la Fuerza Internacional de Ayuda a la Seguridad) que afirmó que “los principales grupos insurgentes según la importancia de su amenaza para la misión son: Quetta Shura Taliban (05T), la Red Haqqani (HQN), y Hezb-e Islami Gulbuddin (HiG)." [4] El primero es un grupo talibán afgano que, como indica su nombre, está basado en la capital de la provincia Baluchistán de Pakistán. 

Steve Coll, Alfred McCoy y otras autoridades sobre el tema han documentado la participación de la CIA con Gulbuddin Hekmatyar y Jalaluddin Haqqani: Que eran compartidos con la Inteligencia Inter-Servicios de Pakistán, si no transferidos por ésta a la CIA, como recursos privados. Coll ha afirmado además que Haqqani dio refugio y apoyó a Osama bin Laden desde los años ochenta. 

En la reunión entre Obama, Zardari y Karzai en mayo de 2009, el presidente estadounidense afrentó a sus dos homólogos por su supuesta falta de decisión en la realización de la guerra a ambos lados de la Línea Durand, a pesar de que mientras hablaba Pakistán estaba involucrado en un gran ataque militar en el Valle Swat que llevó al desplazamiento de 3 millones de civiles. 

Cuatro días después del intercambio de palabras entre Zardari y Khalilzad, el presidente paquistaní apareció en la edición del 10 de mayo de Meet the Press de NBC en un programa que también incluyó al presidente afgano Karzai y a Steve Coll, ahora presidente y director ejecutivo de New America Foundation y autor de Ghost Wars: The Secret History of the CIA, Afghanistan, and Bin Laden, from the Soviet Invasion to September 10, 2001 (2004) y de The Bin Ladens: An Arabian Family in the American Century (2008). 

Los comentarios de Zardari ante su audiencia estadounidense incluyeron la afirmación de que los talibanes “forman parte de vuestro pasado y de nuestro pasado, y la ISI y la CIA los crearon juntos. Y puedo encontrar para vosotros 10 libros, y 10 filósofos, y diez ensayos al respecto…” [5] 

El hecho de que los dirigentes de los otros dos grupos armados identificados por McChrystal - Haqqani y Hekmatyar – se encontraban entre los tres dirigentes muyahidines financiados, armados y entrenados por la CIA (el difunto Ahmed Shah Massud fue el tercero), completa el cuadro: Robert Gates, el secretario de defensa, libra una guerra contra fuerzas que Robert Gates, el director adjunto de la CIA, apoyó a través de uno de los programas clandestinos más prolongados y costosos de la Agencia, la Operación Ciclón. 

Después de retirarse de la vida pública, George Kennan, el principal arquitecto de la política de Guerra Fría de EE.UU., citó una línea que atribuyó a Goethe para advertir que finalmente todos somos destruidos por monstruos de nuestra propia creación. Para corregir a Voltaire, la Casa Blanca, en lugar de Dios, “es un comediante que actúa para una audiencia demasiado asustada para reír”. 

La versión de Woodward de los comentarios del año pasado del presidente de Pakistán y de Zalmay Khalilzad podrían ser desdeñados como simplemente anecdóticos si no fuera por un artículo que apareció en el New York Post el 3 de octubre y los eventos en el propio Pakistán en las últimas seis semanas. 

Arthur Herman, un experto visitante del think tank conservador American Enterprise Institute declaró en un artículo intitulado “Nuestro problema en Pakistán: el enfoque de Obama está fracasando”, que “la ironía amarga es que incluso mientras Obama trata de salir de la guerra en Afganistán, podría estarnos llevando hacia otra en Pakistán”. 

El autor detalló que mientras en 2009 EE.UU. lanzó 45 ataques de vehículos aéreos Predator sin tripulación (drones) dentro de Pakistán, había triplicado la cifra hasta la fecha de publicación de su artículo y que sólo en septiembre se había lanzado la mitad de la cantidad de ataques de todo el año pasado. 

Herman advirtió, mencionando también el ataque de helicóptero de la OTAN del 30 de septiembre en la Agencia Kurram de las Áreas Tribales bajo Administración Federal de Pakistán, que mató a tres miembros del Cuerpo Fronterizo y que “Incursiones del Equipo de Persecución Contraterrorista de la CIA –con sus 3.000 soldados afganos– dentro de Pakistán también se están convirtiendo en rutina”. 

“Todo esto refleja un esfuerzo estadounidense en Pakistán que recuerda en mucho el que emprendimos en Laos en los años sesenta –uno de los trampolines que llevaron al cenagal vietnamita”. 

“Si la creciente presión de Obama sobre Pakistán desestabiliza a ese gobierno, lo único que podría mantendrá las armas nucleares de ese país fuera de las manos de al-Qaida tendrían que ser las tropas estadounidenses. Es un panorama bélico que hará que Obama desearía que su nombre fuera Lyndon Baines Johnson." [6] 

Herman atribuye la expansión de la guerra afgana hacia Pakistán a un nivel cualitativamente más peligroso a las maquinaciones del ex agente de la CIA y actual Socio Sénior de Brookings Institution, Bruce Riedel y del comandante de 152.000 soldados de EE.UU. y de la OTAN en Afganistán, general David Petraeus. 

Un informe del 13 de octubre documentó que desde que Petraeus se hizo cargo del comando del esfuerzo bélico en Afganistán en junio ha habido un aumento de un 172% en los ataques aéreos de EE.UU. y de la OTAN, de 257 misiones de ataque en septiembre de 2009 a más de 700 el pasado mes. Además “los vuelos de vigilancia aumentaron a casi tres veces la cantidad de septiembre de 2009 y los vuelos de suministro también han aumentado… A veces parece que Petraeus estuviera más dispuesto a arriesgar el así llamado ‘daño colateral’ de muertes de civiles…” [7] 

Los ataques de drones del mes pasado fueron los más numerosos en cualquier mes desde que se iniciaron los asesinatos selectivos en 2004 y la cantidad de muertes que han causado –más de 150– es el total mensual más elevado hasta la fecha. 

Hasta mediados de este mes ha habido por lo menos ocho ataques con drones y no menos de 66 personas muertas. 

Según la New American Foundation de Steve Coll, 1.439 de las 1.844 muertes causadas por ataques de drones en Pakistán ocurrieron en 2009 y hasta ahora durante este año. [8] 

De la misma manera, las muertes de 1.111 de 2.160 soldados de EE.UU. y de la OTAN muertos en Afganistán desde 2001 ocurrieron en el mismo período. Diecisiete soldados extranjeros resultaron muertos sólo entre el 13 y el 16 de octubre. 

El 13 de octubre, la prensa paquistaní informó de que helicópteros de la OTAN, que hasta entonces sólo operaban en las Áreas Tribales bajo Administración Federal, (en cuatro ataques contra la red Haqqani entre el 25 y el 30 de septiembre), violaron el espacio aéreo de la nación sobre la provincia de Baluchistán, llevando a Islamabad a presentar una protesta formal a la OTAN.

Desde las revelaciones del nuevo libro de Bob Woodward y la publicación del artículo de Arthur Herman, han aparecido comentarios en los periódicos paquistaníes que indican la seriedad con la que se consideran los recientes eventos y augurios aún más sombríos. 

Un artículo del 13 de octubre en The Nation señaló que “la continua guerra contra el terror en Afganistán apunta a llevar las operaciones a territorio paquistaní… El verdadero objetivo es el potencial nuclear de Pakistán; ellos [EE.UU. y la OTAN] no se ven ante una amenaza plausible a la seguridad de los mal equipados talibanes o de extremistas harapientos.” 

En un comentario sobre el artículo del New York Post citado anteriormente, el comentarista paquistaní A. R. Jerral afirmó además que lo que “Herman sugiere en su texto es en realidad una dirección política para el gobierno de EE.UU. Implica que la política de enviar drones y de atacar escondites combatientes en el territorio paquistaní no ha funcionado… El objetivo son las bombas nucleares de Pakistán. Es una manera tácita de decir a los responsables políticos en Washington que mantengan la presión sobre nuestro país, que debilitará la posición del gobierno paquistaní, causando inestabilidad. Eso suministrará la razón para el ingreso de tropas de EE.UU.” 

Agregó: “Sabemos de los ataques de drones porque se informa al respecto en los medios, pero lo que no sabemos y lo que no dicen los medios es el hecho de que fuerzas de la OTAN dirigidas por EE.UU. están lanzando incursiones a través de la frontera hacia Pakistán… Para hacerlo, la CIA opera Equipos de Persecución Contraterrorista en Afganistán. 

“Esos equipos organizan regularmente incursiones terrestres dentro de territorio paquistaní”. 

“De esta manera, las cosas se agravan en lo que tiene que ver con la guerra contra el terror. Pakistán tiende a convertirse en el primer plano en esta guerra. Bruce Riedel, un ex funcionario de la CIA y del NSC [Consejo Nacional de Seguridad] ha aconsejado al señor Obama que transfiera el foco de la guerra ‘de Afganistán a Pakistán’; es lo que estamos presenciando mediante el incremento del esfuerzo bélico hacia territorio paquistaní.” [9] 

Un comentario paquistaní del día anterior declaró: “Hemos sido… arrastrados a dar acceso a Baluchistán a EE.UU., desde donde ha estado tratando de desestabilizar el régimen iraní mediante apoyo al grupo terrorista Jundullah... Aún más amenazante es que, a menos que cambiemos de rumbo ahora, habremos perdido la batalla por retener nuestros recursos nucleares porque es donde lleva en última instancia el camino de la OTAN y de EE.UU.” 

“El acceso descontrolado para agentes encubiertos militares y de inteligencia, contratistas oficiales y privados, es otro factor de desestabilización que aparentemente no somos capaces o estamos dispuestos a controlar. Y ahora tenemos las incursiones de la OTAN hacia nuestro territorio y sus ataques incluso contra nuestro personal militar, lo que muestra el Estado servil en el que vivimos actualmente. [10]
“A medida que la guerra en Afganistán, la mayor y más prolongada del mundo, prosigue con cantidades récord de víctimas entre civiles y combatientes a ambos lados de la frontera afgano-paquistaní, hay planes en marcha para expandir aún más la guerra hacia Pakistán y amenazar también a Irán… Se hacen comparaciones con la guerra de Washington en Indochina. Pero Pakistán, con sus 180 millones de habitantes y armas nucleares, no es Camboya, e Irán, con su población de más de 70 millones, no es Laos.”

Notas:
[1]. Shaheen Sehbai, Zardari dice que EE.UU. está tras los ataques talibanes en Pakistán, The News International, 13 de octubre de 2010
[2]. Ibíd.
[3]. Ibíd.
[4]. Washington Post, 21 de septiembre de 2009
[5]. Meet the Press, 10 de mayo de 2009
[6]. Arthur Herman, Our Pakistan problem: Obama's approach is failing, New York Post, 3 de octubre de 2010
Obama's Pakistan Failure, American Enterprise Institute, 3 de octubre de 2010
[7]. ABC News Radio, 13 de octubre de 2010
[8]. New America Foundation
[9]. A R Jerral, Shifting war on terror to Pakistan, The Nation, 13 de octubre de 2010
[10]. Shireen M Mazari, Ending Collaboration with the US on the War on Pakistan, The Dawn, 12 de octubre de 2010
[11]. NATO Expands Afghan War Into Pakistan, Stop NATO, 28 de septiembre de 2010
By courtesy & © 2010 Rick Rozoff


domingo, 17 de octubre de 2010

benito 16: un enemigo de la humanidad


Richard Dawkins*

¿Debería haberse recibido a Joseph Ratzinger con la pompa y la ceremonia reservadas a un Jefe de Estado? No. Como Geoffrey Robertson ha mostrado en su libro The Case of the Pope, la pretensión de la Santa Sede de actuar como Estado se basa en un pacto fáustico que permitió a Mussolini conceder a la Iglesia más de tres kilómetros cuadrados del centro de Roma a cambio de su apoyo al régimen fascista. Nuestro gobierno aprovecha la ocasión de la visita del papa para anunciar su intención de “acercarse a Dios”. Que no nos sorprenda, como comenta un amigo mío, si Hyde Park se cede al Vaticano para cerrar el trato. 

¿Debería Ratzinger, pues, ser recibido como jefe de la Iglesia? Evidentemente, si los católicos a título individual desean pasar por alto sus muchas infracciones a la ley y tender una alfombra roja al diseñador de sus zapatos rojos, que lo hagan. Pero que no nos hagan pagar al resto. Que no pidan al contribuyente británico subsidiar la misión propagandística de una institución cuya riqueza se calcula en decenas de miles de millones; una fortuna para la cual la expresión “mal habida” viene como anillo al dedo. Y que nos ahorren el espectáculo nauseabundo de la Reina, del Duque de Edimburgo, de los representantes de la Casa Real y de otros dignatarios arrastrándose y adulándolo como sicofantas, haciéndonos creer que se trata de alguien a quien deberíamos respetar.

El predecesor de Benedicto, Juan Pablo II, era considerado por algunas personas un hombre santo. Pero nadie podría llamar santo a Benedicto XVI sin que se le caiga la cara de vergüenza. Este viejo y malicioso intrigante es todo menos un santo ¿Un intelectual? ¿Un académico? Es lo que suele decirse, aunque no está claro que puede haber algo académico en la teología. Como mínimo, nada respetable.

El desafortunado y breve incidente del paso de Ratzinger por las Juventudes Hitlerianas  ha sido puesto en un paréntesis, ampliamente respetado. Yo mismo he respetado esta moratoria. Pero tras oír el escandaloso discurso del Papa en Edimburgo, en el que culpó al ateísmo por la existencia de Hitler, es imposible no sentir que la veda se ha levantado ¿Habéis escuchado lo que dijo? 

“Todavía hoy podemos recordar cómo Gran Bretaña y sus líderes se levantaron contra una tiranía que pretendía erradicar a Dios de la sociedad y negar a muchos nuestra humanidad común, especialmente a los judíos […] Mientras reflexionamos sobre la aleccionadora experiencia del extremismo ateo del siglo XX”. 

Al leer este párrafo, uno se pregunta sobre el talento en materia de relaciones públicas de los asesores que permitieron su incorporación en el discurso. Pero claro, me olvidaba, su consejero oficial es ese Cardenal que al ver el color de algunos funcionarios de migraciones en Heathrow concluyó que debía haber aterrizado en el Tercer Mundo. Seguramente, al pobre hombre le cayó una buena cantidad de Ave Marías, además de su repentino ataque de gota diplomática (un ataque en el que uno no puede evitar preguntarse si el pie afectado es el que se pone en la boca al hablar).

En un comienzo, yo estaba indignado por los vergonzosos ataques del papa a ateos y laicistas, pero luego los vi como un estímulo. Como una muestra de que los habíamos puesto tan nerviosos que sólo les quedaba echar mano al insulto, en un intento desesperado de distraer la atención del escándalo de las violaciones de niños. 

Probablemente es muy severo pretender que el Ratzinger de 15 años entendiera lo que suponían los nazis. Como católico devoto, es posible que, junto al catecismo, le inocularan la odiosa idea de que los judíos eran responsables por haber matado a Jesús. De hecho, el argumento de los “asesinos de Cristo” no fue rechazado hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965) por una Iglesia cuya psique estaba atravesada por un antisemitismo de siglos.    

Adolf Hitler fue un católico apostólico romano. O al menos tan católico como los cinco millones de británicos llamados católicos de este país. Hitler no renunció nunca a su catolicismo bautismal, que es el criterio que supuestamente permite afirmar la existencia de cinco millones de católicos británicos hoy. Una de dos. O se tienen cinco millones de católicos, en cuyo caso hay que hacerse cargo de Hitler, o Hitler no era católico, en cuyo caso habría que dar una cifra honrada del número genuino de católicos que existen en el Reino Unido hoy –los que de verdad creen que Jesús se convierte en una hostia, como supuestamente profesa el ex Profesor Ratzinger-.

Sea como fuere, Hitler no fue ateo. En 1933 se ufanaba de haber “erradicado el ateísmo” al haber prohibido la mayoría de las organizaciones ateas de Alemania, incluida la Liga alemana de librepensadores, cuyo edificio fue convertido en una oficina de información para asuntos eclesiásticos. 

En última instancia, Hitler creía en una “Providencia” personificada, probablemente relacionada con la Divina Providencia invocada por el Cardenal Arzobispo de Múnich en 1939, cuando Hitler se libró de ser asesinado y el Cardenal ordenó un Te Deum especial en la Catedral de Múnich para agradecer a la Divina Providencia por la salvación del Führer. 

Puede que nunca sepamos si Hitler identificaba su “Providencia” con el Dios del Cardenal. Lo que sí tenía claro era el carácter abrumadoramente cristiano de sus grupos de apoyo, los millones de buenos cristianos alemanes que, con la inscripción Gott mit uns (“Dios con nosotros”) en la hebilla de sus cinturones, hicieron el trabajo sucio por él. Hitler conocía bien su base social. Por eso “se acercó a Dios”. Este es un extracto del discurso que pronunció en Múnich, en el corazón de la católica Baviera, en 1922: 

“Mi sentimiento como cristiano me permite ver en mi Señor y Salvador a un luchador. Me permite ver al hombre que, solo y rodeado por unos pocos seguidores, reconoció a esos Judíos por lo que eran, al que convocó a los hombres a luchar contra ellos, y al que –Dios es Verdad!- fue el más grande no por su sufrimiento sino por su lucha. Con amor infinito como cristiano y como hombre, leo el pasaje que explica cómo el Señor se  irguió en toda su grandeza y cogió el látigo para echar del Templo a las víboras y serpientes ¡Cuán terrible fue su lucha contra la ponzoña judía! Hoy, dos mil años después, con la más profunda emoción, me doy cuenta más profundamente que nunca que fue por eso que derramó su sangre en la Cruz”.

Este es sólo uno de de los numerosos discursos y pasajes en Mein Kampf en los que Hitler invoca su cristianismo. No sorprende, pues, que haya recibido tanto apoyo  de la jerarquía eclesiástica alemana. Pío XII, predecesor de Benedicto, no está exento de culpa, como de manera devastadora demostró el escritor católico John Cronwell en su libro Hitler’s Pope.
Sería desconsiderado extenderme en este punto, pero el discurso de Ratzinger en Edimburgo este jueves fue tan desafortunado, tan hipócrita, tan propio de quien arroja piedras sobre su propio tejado, que sentí que debía responder.

Incluso si Hitler fuera ateo –como Stalin seguramente lo fue- ¿cómo se atreve Ratzinger a sugerir que exista conexión alguna entre el ateísmo y sus atrocidades? No más, desde luego, que las podrían existir entre éstas y su incredulidad en los duendes o los unicornios. Y no más, tampoco, que su afición al bigote, algo que comparten, por ejemplo, con Franco y Saddam Hussein. No hay camino lógico alguno que conduzca del ateísmo a la maldad. A menos, claro, que se esté empapado de algunas obscenidades ancladas en el corazón de la teología católica. Me refiero –estoy en deuda en este punto con Paula Kirby- a la doctrina del Pecado Original. Esta gente cree –y enseña a los niños pequeños, junto a la aterradora falsedad del infierno- que los bebés “nacen en pecado”.  Este pecado sería el de Adán, quien por cierto, como ellos mismos admiten ahora, no existió nunca. El pecado original significa que, desde el momento en que nacemos, somos malvados y estamos corrompidos, condenados. Salvo que creamos en su Dios. O que sucumbamos a la zanahoria del cielo y al palo del infierno. Esta, señoras y señores, es la impresentable teoría que permite asumir que fue la falta de creencia en dios lo que convirtió a Hitler o a Stalin en los monstruos que fueron. Todos somos monstruos a menos que seamos redimidos por Jesús. Una teoría vil, depravada, inhumana, sobre la que basar la propia vida.

Joseph Ratzinger es un enemigo de la humanidad. 

Es un enemigo de los niños, ya que ha permitido que sean violados y ha alentado la infección de sus mentes con la culpa. Está vergonzosamente claro que la iglesia está menos preocupada por colocar a los niños a salvo de violadores que por salvar almas sacerdotales del infierno. Y que su preocupación principal consiste en salvar su propia reputación a largo plazo.

Es un enemigo de las personas gay, ya que ha descargado sobre ellos el tipo de intolerancia que su iglesia solía reservar a los judíos.
   
Es un enemigo de las mujeres, ya que las mantiene apartadas del sacerdocio como si el pene fuera una herramienta esencial para cumplir con los deberes pastorales ¿A qué otro empleador se le permitiría discriminar en razón de sexo, sobre todo tratándose de un empleo que de forma manifiesta no requiere fuerza física ni otra cualidad que sólo se suponga a los varones?  

Es un enemigo de la verdad, ya que propaga mentiras descaradas sobre la inutilidad de los condones contra el SIDA, especialmente en África.

Es un enemigo de la gente más pobre del planeta, ya que la condena a tener familias numerosas que no pueden alimentar y, con ello, a la esclavitud de la pobreza permanente. Una pobreza que casa mal con las obscenas riquezas del Vaticano. 

Es un enemigo de la ciencia, ya que obstruye investigaciones vitales como las de las células madre, no con argumentos morales sino con base en supersticiones pre-científicas.

Y aunque es lo menos grave desde mi punto de vista, Ratzinger es incluso un enemigo de la propia iglesia de la Reina, ya que de manera arrogante ha asumido el desprecio de su antecesor por las órdenes anglicanas, considerándolas “absolutamente nulas y vacías”, al tiempo que trata de reclutar furtivamente vicarios anglicanos para apuntalar su propio penoso y decadente panorama sacerdotal. 

Finalmente, y quizás es lo que más me preocupa personalmente, es un enemigo de la educación. Dejando de lado el duradero daño psicológico causado por la culpa y el miedo y que han hecho infame a la educación católica en todo el mundo, Ratzinger y su iglesia alimentan una perniciosa doctrina educativa: pretender que la evidencia constituye una base menos confiable para creer en algo que la fe, la tradición, la revelación y la autoridad, sobre todo su autoridad.

* http://es.wikipedia.org/wiki/Richard_Dawkins