domingo, 10 de julio de 2011

no se trata sólo del euro. es la propia democracia en europa lo que está en juego



Amartya Sen*

Europa ha encabezado el mundo en lo referente a la práctica de la democracia. Resulta, por tanto, preocupante que los peligros para la gobernabilidad democrática de hoy, que se cuelan por la puerta trasera de las prioridades financieras, no reciban la atención que merecen. Hay cuestiones de calado que han de afrontarse respecto a cómo el gobierno democrático de Europa podría verse minado por el papel enormemente acrecentado de las instituciones financieras y las agencias de calificación de riesgos, que hoy se enseñorean a su antojo de ciertas partes del terreno político de Europa.

Hay que separar dos cuestiones diferenciadas. La primera se refiere al lugar de las prioridades democráticas, incluyendo lo que Walter Bagehot y John Stuart Mill consideraban la necesidad de la "gobernación por medio de la discusión". Supongamos que aceptamos que los poderosos jefazos de las finanzas poseen una comprensión realista de lo que hay que hacer. Con ello se fortalecería el argumento favorable a prestar atención a sus voces en un diálogo democrático. Pero eso no es lo mismo que dejar a las instituciones financieras internacionales y las agencias de calificación de riesgo el poder unilateral de mandar sobre gobiernos elegidos democráticamente.

En segundo lugar, resulta difícil ver que los sacrificios que los comandantes  financieros han estado exigiendo de los países en precario vayan a lograr la viabilidad final de estos países y garanticen la continuidad del euro dentro de un modelo sin reformar de fusión financiera y un conjunto de miembros sin cambios del euro club. El diagnóstico de los problemas económicos por parte de las agencias de calificación no es la voz de la verdad que ellos pretenden. Vale la pena recordar que el historial de las agencias de calificación en las instituciones de certificación financiera y de negocios con anterioridad anteriores a la crisis económica de 2008 era tan abismal que el Congreso de los EE. UU. debatió seriamente si debían ser procesadas.

Dado que gran parte de Europa se encuentra ahora empeñada en lograr una rápida reducción del déficit público mediante la reducción drástica del gasto público, resulta fundamental examinar con realismo qué posibles repercusiones podrían tener las medidas políticas escogidas, tanto en el caso de la población como en el de la generación de ingresos públicos a través del crecimiento económico. La alta moral de "sacrificio" tiene, por supuesto, un efecto embriagador. Esta es la filosofía del corsé "correcto": "Si la señora se siente muy cómoda con él, entonces la señora ciertamente necesita un tamaño más pequeño". Sin embargo, si las exigencias de adecuación financiera se vinculan demasiado mecánicamente a los recortes inmediatos, el resultado podría consistir en matar a la gallina que pone los huevos de oro del crecimiento económico.

Esta preocupación se aplica a una serie de países, desde Gran Bretaña a Grecia. La comunidad de la estrategia de "sangre, sudor y lágrimas" de reducción del déficit otorga una aparente plausibilidad a lo que se está imponiendo a los países más precarios, como Grecia o Portugal. También hace que sea más difícil tener una voz política unida en Europa que pueda hacer frente al pánico generado en los mercados financieros.

Además de una visión más política, hay necesidad de un pensamiento económico más claro. La tendencia a ignorar la importancia del crecimiento económico en la generación de ingresos públicos debería ser un asunto importante de análisis. La sólida conexión entre crecimiento e  ingresos públicos es cosa observada en muchos países, desde China y la India a los EE. UU. y Brasil.

También de aquí se sacan lecciones de historia. La gran deuda pública de muchos países al término de la Segunda Guerra Mundial provocó una enorme ansiedad, pero el gravamen disminuyó rápidamente gracias a un rápido crecimiento económico. Del mismo modo, el enorme déficit al que se enfrentó el presidente Clinton cuando asumió su cargo en 1992 se disipó durante su presidencia, en gran medida gracias a la ayuda de un rápido crecimiento económico. 



El temor de una amenaza a la democracia no se aplica, por supuesto, a Gran Bretaña, ya que estas medidas políticas han sido las escogidas por un gobierno investido por el poder de las elecciones democráticas. A pesar de que el desarrollo de una estrategia no revelada en el momento de las elecciones puede ser razón para una cierta pausa, este es el tipo de libertad que un sistema democrático permite a los que salen vencedores en las elecciones. Pero con ello no se elimina la necesidad de una mayor discusión pública, hasta en Gran Bretaña. También existe la  necesidad de reconocer de qué modo las políticas restrictivas por propia elección en Gran Bretaña parecen dar verosimilitud a las medidas políticas aún más drásticas que se imponen a Grecia.



¿Cómo se metieron los países del euro en este lío? La rara singularidad de ir a una moneda unida sin una mayor integración política y económica sin duda ha tenido parte en ello, aun después de tomar nota de las transgresiones financieras que sin duda cometieron en el pasado países como Grecia o Portugal (e incluso después de tomar nota de la importante advertencia de Mario Monti de que una cultura de "excesiva deferencia" en la UE ha permitido que estas transgresiones pasaran sin control). Se le ha de reconocer inmensamente al gobierno griego – y a Yorgos Papandreu, el primer ministro, en particular - que esté haciendo lo que puede a pesar de la resistencia política, pero la afligida voluntad de Atenas de cumplir no elimina la necesidad de los europeos de estudiar lo sensato de los requisitos - y los tiempos - que se imponen a Grecia.

No me resulta ningún consuelo recordar que yo me opuse firmemente al euro, pese a estar fuertemente a favor de la unidad europea. Mi preocupación por el euro guardaba en parte relación con el hecho de que cada país renunciara a la libertad de su política monetaria y de los ajustes en el tipo de cambio, que han ayudado enormemente a países en dificultades en el pasado, y evitó la necesidad de una desestabilización masiva de vidas humanas en los frenéticos esfuerzos por estabilizar los mercados financieros. Esa libertad monetaria podría cederse cuando existiera también una integración política y fiscal (como tienen los estados de los EE. UU.), pero el tener la casa a medio hacer en la zona euro ha supuesto una receta desastrosa. Se ha obligado a incorporar a la maravillosa idea política de una Europa democrática unida un precario programa de incoherente fusión financiera.

Reordenar la zona euro ahora supondría muchos problemas, pero las cuestiones difíciles se han de discutir de manera inteligente, en lugar de permitir una Europa a la deriva en medio de los vientos financieros alimentada por un pensamiento de mentalidad estrecha con un terrible historial. El proceso tiene que comenzar con cierta restricción inmediata del poder sin oposición de las agencias calificadoras de emitir mandatos unilaterales. Estas agencias resultan difíciles de disciplinar pese a su pésimo historial, pero la voz bien meditada de los gobiernos legítimos puede suponer una gran diferencia para la confianza financiera mientras se elaboran soluciones, sobre todo si las instituciones financieras internacionales prestan su apoyo. Detener la marginación de la tradición democrática de Europa conlleva una urgencia que es difícil de exagerar. La democracia europea es importante para Europa… y para el mundo.

* http://Amartya_Sen

el saqueo de grecia: preludio de grandes acontecimientos

Rafael Poch*
El crack del capitalismo neoliberal –léase, “la crisis”- abrió en 2008 una oportunidad óptima para construir una Europa mejor. Para ello había que poner coto al dictado financiero y meterse en una profunda revisión institucional que diera un carácter ciudadano y social a una Unión Europea que fue construida a la medida de los negocios. Un “New Green Deal”, como se decía entonces, que utilizara la crisis para afrontar la super crisis del cambio climático y la transición energética. Para meterse en algo así había que arriesgarse, como hizo Gorbachov en la URSS, tener ideales y ser valiente. Demasiado para los políticos rutinarios que dominan el paisaje entre Lisboa y Varsovia. Así que siguieron con lo mismo. Con ello repiten la conducta de la era Brezhnev en la URSS, que evitó una crisis por la vía de negarla, lo que condujo a una crisis mucho mayor, con quiebra del superestado soviético veinte años después. No hay duda: esta gente nos lleva ahora a un segundo batacazo. Y no será en veinte, sino en bien pocos años.
Hacen creer que la crisis consiste en la insolvencia de los países del sur, sugiriendo colisiones de interés entre ciudadanos griegos y alemanes, cuando el problema está en el capital en su conjunto, porque los principales bancos europeos alemanes, franceses y británicos están implicados y expuestos hasta el cuello por la explosión de las burbujas inmobiliarias de todos ellos. En lugar de actuar en el orden de cosas que llevó a la crisis, es decir contra la desregulación neoliberal, Bruselas y Berlín, y detrás todos los demás, mantienen ese orden poniendo dinero en los países periféricos. Con ello sólo ganan tiempo con un mecanismo que se parece mucho a una pirámide financiera que sólo altera la estructura de la deuda, nacionalizándola, y no su monto.
El negocio de la financiación privada de los estados
En Grecia la deuda no disminuye, sino que crece. Lo único que disminuye es la exposición del sector privado (bancos, aseguradoras y fondos), gracias a la nacionalización de los riesgos que practica el Banco Central Europeo (BCE) con sus compras. Uno de los problemas es que los estados se financian a través de los mercados, y no directamente vía el BCE.
El BCE presta dinero a un interés de 1,25% a los bancos, que a su vez se lo prestan a los estados a intereses mucho mayores. A Austria, por ejemplo, se lo prestan a un interés del 4,05%. Si el país hubiera sido financiado directamente por el BCE en 2010 se habría ahorrado 4600 millones de euros. En el mismo escenario Alemania se ahorraría 25.000 millones anuales. Y el fardo de Grecia sería menos pesado.
Actualmente Grecia está pagando un interés medio del 4,68% por su deuda, lo que representa que Atenas paga 15.900 millones anuales sólo de intereses, sin reducir un céntimo su deuda. Es decir, dedica el 29% de sus ingresos anuales (55.600 millones) al pago de intereses: casi un euro de cada tres va para los bancos, sin cuya desregulación e irresponsabilidad (invirtiendo en negocios meridionales tan estúpidos y fantasiosos como rentables) nunca se habría llegado al actual problema. Si en lugar de ese esquema el BCE prestara el dinero a un interés, digamos, del 0,5%, Grecia habría pagado por intereses 1700 millones en lugar de los 15.900 y se habría endeudado por 6.400 millones en lugar de por 20.600 millones.
Manda el politburó
Desde hace casi tres años, el BCE viene practicando esta subvención a la banca privada a cuenta del contribuyente sin que las instituciones digan ni pío al respecto. Desde hace un año el seudónimo de esta subvención pública a los bancos se llama “rescate de Grecia”, “rescate de Irlanda”, “rescate de Portugal” (con mucho dinero español en riesgo), etc.
Nuestros parlamentos e “instituciones democráticas” tienen en este proceso un papel parecido al de la Asamblea Suprema del Pueblo de Corea del Norte sobre el devenir del país, es decir igual a cero. Quien manda es un politburó no electo de poderes fácticos oligárquicos. Desde la central (Bruselas, Berlín, FMI) ese politburó ha chantajeado descaradamente a Grecia diciéndole textualmente que si no aprobaba nuevos recortes sociales y privatizaciones no le concedería los nuevos créditos del segundo rescate e incluso le retiraría los ya acordados. Es lo que Marlon Brando designa en “El Padrino”, como hacerle a alguien,“una propuesta que no podrá rechazar”.
El nuevo ministro de finanzas griego, Evangelos Venizelos, reconoce que el gabinete de Atenas no gobierna sino que se limita a “cumplir órdenes”. El diario Kathimerini constata que, “un país al completo ha sido convertido en provincia de un imperio más económico que político, que, a su vez, está secuestrado por toda una serie de compañías de inversión y agencias de calificación con monstruosos poderes y codiciosas aspiraciones”.
Recortar, privatizar, enloquecer
Con el segundo paquete de rescate, Grecia deberá recortar gastos por valor de 28.000 millones hasta el año 2015, el 12% de su PIB. Esa nueva mordaza asfixiará aun más toda perspectiva de crecimiento. Los impuestos aumentarán, pero no se recaudará más porque muchos ciudadanos se negarán a pagarlos en protesta. Otros 50.000 millones se deberán obtener mediante privatizaciones de 850 puertos, 39 aeropuertos, autopistas, ferrocarriles, casinos, bancos, compañías eléctricas y hasta de la lotería nacional, pero muchos observadores consideran que, incluso a precios de ganga, todo eso será complicado de vender. El motivo es que en el politburó ya no se discute si Grecia quebrará, sino cuando lo hará y en qué condiciones. Ante la perspectiva de una quiebra y de un regreso al dracma, nadie comprará nada griego, por barato que se lo ofrezcan.
El saqueo de Grecia es una empresa puramente destructiva y cortoplacista. Más allá de una defensa inercial de intereses egoístas, lo más probable es que el politburó no tenga ni idea de adonde nos lleva. De lo que se trata ahora es de organizar una “quiebra suave” para Grecia, lo menos traumática posible para el conjunto del sistema europeo y seguir tirando. Después ya se verá.
El horizonte es un colapso social en Grecia. Se invita a toda una sociedad a enloquecer y postrarse. El régimen político acorde con una sociedad enloquecida no es la democracia, ni siquiera su actual caricatura, sino la dictadura. Eso es lo que ocurre cuando los ahorros de toda una vida pasan de alcanzar para una jubilación digna a costear un par de zapatos, como ocurrió en 1992 en la Rusia de Boris Yeltsin, instaurador, en 1993, de la actual autocracia presidencial-oligárquica rusa con el aplauso de Occidente. La actual política europea apunta a desmantelar las conquistas y logros de medio siglo. Ya ocurrió en América Latina, ya ocurrió en Rusia. Ahora lo están imponiendo en Grecia, pero después de Grecia vienen los demás, primero Irlanda y Portugal, luego España, Italia. Detrás aparece Francia. Hasta en la supuestamente exitosa Alemania es patente la degradación laboral y social.
Estamos en los primeros compases de una reacción, conservadora y catastrófica, de ámbito europeo. No creo que los europeos sean tan mansos como los rusos de los años noventa. Con su próximo gobierno postfranquista de mayoría absoluta y sus indignados, que han venido para quedarse, España podría ser un escenario central. Ha quedado claro que el “New Green Deal” europeo es completamente imposible sin intervención de la ciudadanía. Nos esperan grandes acontecimientos.
* http://rpoch/