sábado, 21 de marzo de 2009

¿BAJAR LOS SALARIOS?

Juan Torres López

Las declaraciones de Paul Krugman sobre la situación de la economía española se están interpretando, yo creo que inadecuadamente, como una legitimación académica de quienes vienen pidiendo moderación salarial para salir de la crisis.

No me propongo reinterpretar al Premio Nobel ni tratar de adivinar lo que realmente piensa llevando el ascua a mi sardina. Pero me parece que lo que ha dicho Krugman no necesariamente pueda ser entendido en el sentido de que la alternativa que tienen ante sí la economía española sea la de la moderación salarial.

Lo que me parece que hizo Krugman aquí fue reiterar un planteamiento que expuso hace unas semanas más brevemente en su blog y que no admite mucha controversia pero que debe ser leído de forma distinta a como se está haciendo.

Decía Krugman con razón que cuando España se integra en una unión monetaria ya no puede utilizar el tipo de cambio para hacer frente a los ajustes que resulten necesarios frente a los demás países. Es decir, para tratar de rebajar de esa forma los precios de sus productos en el exterior para poder ser así más competitivos ya que no pueden serlo mediante otras vías.

Con otras palabras. La economía española está más atrasada y compite en el exterior principalmente a través de los precios porque los productos que les vendemos son muy poco "nobles". Los coches de lujo alemanes, por ejemplo, o sus productos de vanguardia tecnológica se venden aunque su precio sea alto porque ofrecen calidad, diseño, tecnología, etc. mientras que los que nosotros vendemos tienen mucho menos valor añadido y por eso tenemos que hacerlos atractivos gracias solamente a su precio.

Una de las vías que un país de las características del nuestro tiene para bajar el precio de los productos que vende al exterior es la llamada "devaluación competitiva", es decir, la disminución del valor de la moneda propia para que así los que los compran con otras monedas tengan que pagar menos por ellos.

Una vía a la que España tenía que recurrir periódicamente en el pasado como resultado de que nuestro patrón productivo era atrasado y de poco valor.

Lógicamente, cuando nuestro país entró en un espacio de moneda común ya dejamos de tener moneda propia y, por tanto, a partir de entonces no podemos modificar por nuestra cuenta el valor de la moneda al que se comprarán nuestros productos desde el exterior.

En esas condiciones, y si se deja todo lo demás igual, cuando haya una moneda común la única manera de mejorar el precio de los bienes que vendemos al exterior será reduciendo los costes y, en particular, los salariales. Eso es lo que quiere decir que "el ajuste se realiza a través de los salarios".

Por tanto, lo que dice Krugman es de cajón. Y de hecho es lo que ha ocurrido en España desde la entrada del euro y por eso ha sido el país europeo con un comportamiento de los salarios más negativo para los trabajadores: al no cambiar nuestro patrón productivo y no poder devaluar hemos tenido que contener más los salarios. Es verdad que nuestra economía ha cambiado en estos últimos años, que tenemos más industrias de vanguardia y mejor estructura empresarial y que gracias a ello el ajuste salarial no ha tenido que ser muy duro. Pero también es cierto que el cambio no ha sido desde luego suficiente y por eso nuestro déficit exterior se ha ido por las nubes.

Pero, en cualquier caso, lo que cabe preguntarse es si eso ha de ser así siempre y en todas las circunstancias .

La respuesta es que por supuesto que no.

Eso es así solo si no cambian las condiciones de nuestra economía. Si efectivamente sigue especializada en productos de bajo valor añadido, en servicios de baja productividad, en bienes pobres sin más atractivo que ser baratos... no nos quedará más remedio que competir a través de los precios y, en consecuencia, imponer salarios cada vez más bajos. Y subrayo el "cada vez" más bajos porque siempre habrá a nuestro lado algún otro país con salarios más bajos aún, y otros con más bajos que ese, y así sucesivamente.

Por eso podemos decir que este tipo de competitividad es la de los pobres y, además, empobrecedora.

En consecuencia, quienes afirman que lo que necesita la economía española es moderar más los salarios lo que están proponiendo no es mejorarla sino mantenerla en una situación de dependencia, de deterioro y de empobrecimiento relativo y a medio plazo.

La solución no puede venir por ahí, precisamente, porque este patrón es el que tiene una gran parte de culpa de que la crisis en España se esté manifestando con un mayor coste en términos de desempleo, de desigualdad y de pérdida de actividad productiva y empresarial.

De hecho, es al aceptar ese principio de mantenimiento de nuestro patrón productivo cuando se deduce, como hace Krugman, que España no puede hacer nada sino esperar a que Europa se recupere.

Si nos limitamos a moderar los salarios como desea los sectores torpes de la patronal y como defienden quienes están a su servicio estaremos hundiendo más aún el mercado interno y serán las propias empresas, sobre todo pequeñas y medianas, quienes sufrirán en mayor medida sus demoledores efectos negativos en los próximos años, además de los propios trabajadores, lógicamente.

La mejor alternativa a la crisis es un pacto de rentas orientado a generar recursos para la reconversión productiva, para recapitalizar nuestra economía, para generar mucho mayor capital social, para ampliar el mercado interno, para crear condiciones que permitan que nuestro patrón productivo se base en la generación de valor añadido y no solo en el abaratamiento de la mano de obra.

La mejor respuesta a la crisis, la más efectiva que puede darse en estos momentos es incrementar los salarios, principalmente los indirectos y los diferidos que están vinculados al capital social que dinamiza las economías, y combatir la desigualdad. Lo demás solo nos llevará a empobrecernos y a agudizar los efectos letales de la crisis sobre el empleo e incluso la rentabilidad empresarial.

jueves, 19 de marzo de 2009

LA OFENSIVA INTERNACIONAL CONTRA LOS PARAISOS FISCALES CORRE EL PELIGRO DE FRACASAR COMO LO HA HECHO EN EL PASADO

Marcelo Justo

La presión sobre el opaco mundo de las finanzas obligó la semana pasada a que emblemas del secreto bancario como Suiza, Austria, Luxemburgo y Singapur anunciaran su intención de cooperar con los gobiernos extranjeros en su lucha contra la evasión fiscal.

El anuncio fue saludado por políticos y medios informativos de todo el mundo como un avance "histórico", pero lejos de los grandes titulares, la realidad es mucho más prosaica.

En declaraciones al "Financial Times", el ministro de Finanzas de Suiza Hans-Rudolf Merz advirtió que una reforma del secreto bancario de su país requeriría años y varios referendos.

Para Jean Schaffner, de la financiera Luxemburguesa Allen - Overu, las concesiones del gobierno eran "un buen compromiso entre la necesidad de cooperar con las autoridaes impositivas extranjeras y el deseo de preservar la privacidad".

Grandes titulares, pocas noticias

Críticos y estudiosos de los paraísos fiscales han criticado estos anuncios como un caso de "mucho ruido y pocas nueces": el gatopardismo de cambiar algo para que nada cambie.

"Es una política de relaciones públicas de estos países. Si se analiza el detalle de lo que han dicho son anuncios de posibles medidas. Suiza ha sido muy clara: no va a cambiar la ley de secreto bancario", indicó a BBC Mundo Juan H. Vigueras, autor de "La europa opaca de las finanzas", un minucioso estudio del funcionamiento de los paraísos fiscales en el viejo continente.

En 1998 la OCDE publicó un listado de países con prácticas fiscales perjudiciales que apuntaba a cerrar el grifo de los paraísos fiscales para 2005.

Segun la organización los paraísos fiscales "privan a los gobiernos de ingresos fiscales necesarios para su infraestructura y erosionan la confianza de los ciudadanos en la ecuanimidad del sistema impositivo".

A pesar de esta evaluación, las cosas siguieron como siempre hasta la actual crisis financiera.

Desde esta perspectiva, la fiebre mediática que causaron los anuncios en estos últimos días no es más que la fascinación por los titulares vistosos de los medios internacioanles.

Por otro lado, a nivel discursivo se ve un cambio radical de la discusion internacional sobre el tema y se observan inciativas más duras como la ley que está impulsando el gobierno de Barack Obama, la "Stop Tax Haven Abuse Act".

Al otro lado del Edén

Los especialistas calculan que los paraísos fiscales mueven unos US$11 millones de millones, equivalente al PIB de Estados Unidos.

Estos paraísos fiscales, que florecieron con la desregulación financiera mundial impulsada por los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thacther en los 80, se encuentran en la mira por el papel que cumplieron en la actual debacle financiera.

Según los críticos, estos paraísos fueron fundamentales para la operación de ese monumento a la opacidad que son algunos instrumentos financieros usados de los últimos años, como algunas variantes de los derivados, que actuaron como agujero negro de millones de millones de dólares.

Los defensores aseguran que, más allá de algunos excesos, estos paraísos se han convertido en chivos emisarios de la crisis, mientras que los críticos apuntan que son clave en el blanqueo de dinero ilegítimo y la evasión impositiva.

La cumbre de los G20 el dos de abril es el próximo escenario de esta batalla.

Juan H. Vigueras no es optimista respecto a la cumbre, pero cree que no hay alternativas a largo plazo.

"No hay propuestas para un control de la libre circulación de capitales. Pero como soy de los que piensa que la cosa va a empeorar, por la propia dinámica de la situación, a la larga las medidas se van a tomar", indicó a BBC Mundo.

martes, 17 de marzo de 2009

COMBATIR LA DESIGUALDAD ES LA FORMA MAS EFICAZ DE ENFRENTAR LA CRISIS

Entrevista al economista James K. Galbraith
Tiago Thuin y Clarissa Pont

“Lidiar con la pobreza, en realidad, es la forma, más eficaz de lidiar con la crisis económica, mucho más eficaz que la estrategia de dar dinero a los bancos o a las grandes empresas. Es así como se restauran los flujos de renta, de capital, y la capacidad de tomar crédito de la población y del sistema como un todo.”

En el marco del Seminario sobre el Desarrollo, organizado por el gobierno brasileño, Tiago Thuin y Clarissa Pont entrevistaron al economista norteamericano James Galbraith.

El profesor James Galbraith, director del Proyecto Desigualdad en la Universidad de Texas- Austin, no es solamente el heredero de un nombre ilustre (su padre, fue uno de los economistas más influyentes de los Estados Unidos en la posguerra). Él fue uno de los primeros en prever la actual crisis económica, ya en 2004, y por eso es percibido cada vez con mayor atención por la prensa y el gobierno norteamericano. Su libro “El Estado predador: cómo los conservadores abandonaron el libre mercado y por qué los liberales también deberían hacerlo”, está entre los tres más vendidos en la categoría “gobierno” de Amazon.com.

En Brasil, para participar del Seminario Internacional sobre Desarrollo organizado por el Consejo de Desarrollo Económico y Social, Galbraith concedió una entrevista a Carta Maior, en la que explica que la crisis, gestada por las políticas irresponsables de desregulación bancaria, está lejos de ser superada; y que el camino de su superación pasa antes por la ayuda a la población en general, principalmente a los más pobres, que por la ayuda a los bancos y a las grandes empresas.

CM. ¿Usted piensa que la ayuda económica prevista por el Congreso norteamericano tendrá éxito?

JG. Tengo mis dudas – el paquete de estímulo y de salvataje a los bancos – son complementarios. El estímulo económico depende del salvataje bancario, y el problema de éste es que la táctica, la visión básica por detrás de él, que es de comprar acciones, ofrecer capital a los bancos para lograr que comiencen a prestar nuevamente, está errada. La razón por la cual los bancos no están concediendo crédito es que hay una escasez de buenas oportunidades de inversión, o de tomadores de crédito con garantías apropiadas, con inmuebles valorizados u otras garantías. Y el problema con los bancos es que la cartera de activos vale mucho menos de lo que ellos pensaban que valía. Es una insolvencia sólida y, hasta que se enfrente eso, no habrá reconstrucción del sistema financiero.

CM. Aquí en Brasil, a pesar de que los bancos están en una situación mucho más sólida que en los Estados Unidos, medidas de estímulo al crédito, de capitalización de los bancos, fueron realizadas. ¿Usted piensa que esas medidas tendrán efecto en el sentido de estimular los bancos que ofrecen crédito?

JG. No estoy familiarizado con la situación específica de Brasil, pero considero que la misma idea general se aplica. El crédito carece de una comunidad tomadora de préstamos importantes, que tenga condiciones de tomar empréstitos, y es eso lo que simplemente no está presente en una crisis.

CM. ¿Usted escribió recientemente un libro, El Estado predador, en el cual aboga por la renuncia a las prácticas neoliberales? ¿En su opinión es que la intervención del Estado en la economía vino para quedarse, o es sólo una reacción temporaria de pánico?

JG. Mire, el principal argumento de mi libro es que en los Estados Unidos – y creo que en todas partes – el ideal neoliberal ya había sido abandonado. El gobierno conservador fue un gobierno intervencionista – practicando la intervención a favor de un base estrecha, apadrinando los sectores de la energía, militar y minero, los grandes medios de comunicación y el sector financiero. Grupos muy pequeños pero muy poderosos en la práctica formaban y controlaban el gobierno por un largo período, y el resultado – específicamente en el sector financiero – fue un desmoronamiento completo de la confianza de parte de la comunidad como un todo en la seguridad del sistema, en las reglas que garantizan la seguridad del sistema. Esa es la causa de la explosión de empréstitos subprime cada vez más arriesgados, que a su vez envenenó toda la estructura de los activos de los bancos y toda la economía.

CM. ¿Cree que una regulación financiera más severa, en los moldes de la que fue impuesta en Estados Unidos desde 1933 en adelante, será aplicada a partir de ahora en este país y globalmente?

JG. Sí. Y tiene que ser impuesta a nivel global, trasnacional, y los mecanismos que van por eso en la práctica ya están ahí. La cuestión que propongo, entonces, es que es prematuro pensar en la recuperación de la economía financiera solamente a partir de un sistema regulatorio mejorado. El problema está en que las propias instituciones deben ser reconstruidas, con cuyos activos envenenados tenemos que luchar.

CM. Desde el comienzo de la crisis la lucha contra la desigualdad, que era discutido en foros internacionales y por los gobiernos hasta entonces, quedó en un segundo plano. ¿Existe una opinión de que ese es un asunto del que no hay que preocuparse antes de salir de la crisis? ¿Usted considera que esa actitud es sensata o necesaria?


JG. Ahora bien, ¿Cómo se lucha contra la pobreza, contra la desigualdad? Justamente mediante la red de seguridad social. En la gran depresión del 29, prácticamente toda iniciativa de mayor porte fue un medio para disminuir el riesgo, distribuyéndolo y aumentando el nivel de vida en la base de la pirámide económica. Garantías de depósitos, el sistema de asistencia y seguridad social, las medidas para estabilizar la industria y la agricultura, todo fue en ese sentido, y fue así que los EE.UU. consiguieron salir de la peor fase de la crisis económica. Lidiar con la pobreza, en realidad, es probablemente la forma, más eficaz de lidiar con una crisis económica, mucho más eficaz que la estrategia de dar dinero a los bancos o a las grandes empresas. Es así como usted restaura los flujos de renta, de capital, y la capacidad de tomar crédito de la población y del sistema como un todo.

CM. Hay una opinión, algo difundida, de que el Brasil está mejor ubicado que otros para enfrentar la crisis, y podría hasta superarla en el corto plazo. ¿Cuál es su posición?

JG. Bien, como ya dije, no estoy familiarizado con la situación brasileña, pero considero razonable decir que Brasil está en una posición sólida, comparado con otros países. Sin embargo, ningún lugar de la comunidad global va estar a salvo de los efectos de la actual crisis. Y por eso, es parte de la responsabilidad de los países mayores y más sólidos ayudar a los otros, si quisieran ver una solución efectiva de la crisis global. No puedo decir sí asumirán esa responsabilidad, eso es una cuestión política.

CM. Esta es una crisis que va más allá de la economía. También es una crisis política. ¿En su opinión, cuáles fueron las razones políticas que llevaron a esta crisis?

JG. En los Estados Unidos pasamos por un período de desgobierno. Un abandono de la responsabilidad pública, de la regulación financiera seria. Esa es la raíz de la crisis, de las hipotecas subprime, de los instrumentos basados en esos derivados, profundamente enquistados en el sector financiero; esas cosas no habrían ocurrido con una regulación efectiva, solo pasaron porque el Ejecutivo favoreció a sus compinches y soltó la mano a las responsabilidades públicas reconocidas durante seis décadas.

CM. Nuevamente sobre la cuestión de la desigualdad: en la última década del Siglo XX creció en todo el mundo, tanto en los países que experimentaron recesiones como en los que crecieron de manera explosiva. ¿Usted ve en esta crisis una oportunidad, o un riesgo de que la desigualdad global aumente todavía más?

JB. Bien, en cualquier crisis los pobres van a ser más afectados que los ricos. Pero esta crisis, en particular, puede mostrar una diferencia: los más golpeados han sido los sectores financieros de los países ricos. Aunque al mismo tiempo se puede ver, por ejemplo, una disparidad creciente entre Europa Oriental y Occidental, debido a la manera como las monedas de la Europa Central y Oriental son respaldadas en libras o en euros. Y una de las implicaciones de eso es que además de ser apropiado que los países refuercen sus propias redes de seguridad social, en economías regionalmente integradas, o que aspiren a la integración con los países más fuertes, deben tomar medidas que refuercen ese tipo de políticas para la región como un todo.

James K. Galbraith es profesor de economía en la Lyndon B. Johnson School of Public Affairs, de la University of Texas-Austin. Anteriormente ocupó varios puestos en el Congreso de los Estados Unidos, incluida la dirección ejecutiva del Joint Economic Committee.