jueves, 15 de enero de 2009

LA DEMENCIA POLÍTICA Y MORAL DE ISRAEL

Mike Whitney

Además de la matanza de 900 palestinos y la inmensa destrucción causada durante 14 días de bombardeos aéreos [*], la invasión israelí de Gaza no ha acertado a conseguir ninguno de sus objetivos estratégicos. La resistencia palestina sigue intacta, el lanzamiento de cohetes ha continuado y Hamas es más fuerte que nunca. Entonces, ¿qué es lo que han ganado? Hamas ha resistido el feroz ataque israelí sin ceder ni hacer concesión alguna. Han demostrado que son los legítimos representantes del pueblo palestino y los abanderados del movimiento de liberación nacional. Su lugar al frente del gobierno está ahora asegurada gracias a los criminales errores de Israel. En cambio, Mahmoud Abbas y la Autoridad Palestina han acabado apareciendo como una panda de cobardes colaboracionistas doblegados ante Israel.

Para Israel, la campaña militar ha sido un desastre de relaciones públicas. Las fotos en Internet de los desangrados y desmembrados niños llevados a toda prisa a improvisados hospitales o envueltos en sus mortajas de funeral han generado por todas partes una simpatía sin precedentes hacia la causa palestina. Israel se ha mostrado como un matón. El establishment de la prensa ha sufrido también otro golpe en su credibilidad. Este podría ser un punto de inflexión para los medios corporativos dominantes. Los canales de noticias árabes han madurado a la vez que más y más occidentales buscan ahora las noticias en medios independientes.

En los momentos actuales, Israel está buscando un modo para ir aminorando su feroz campaña y retirar sus tropas, pero Hamas no se lo está poniendo fácil. El pasado sábado, el dirigente de Hamas Jalid Meshaal rechazó la Resolución 1860 de Naciones Unidas que pedía un alto el fuego y emitió el siguiente comunicado:

    “Queremos la inmediata y total retirada de las fuerzas israelíes de Gaza y el levantamientos del injusto asedio contra la Franja que ha conducido a la actual situación. Otra de nuestras peticiones es la apertura de todos los cruces de frontera, incluido el cruce de Rafah. Nosotros, con espíritu abierto, consideraremos cualquier iniciativa y decisión que esté basada en esos tres requerimientos. Por tanto, no aceptaremos ninguna negociación para una tregua a la luz y bajo las presiones de una campaña militar y asedio.

    Que pare la campaña militar, que los israelíes se retiren, que se admitan los derechos de nuestro pueblo, que se reconozcan nuestros derechos a vivir sin asedio y sin tener cerrados los cruces de fronteras, como el resto de los seres humanos, y entonces estaremos preparados para discutir una tregua, al igual que ya lo hicimos antes. No aceptaremos una tregua permanente, porque no estamos dispuestos a abdicar del derecho a la resistencia del pueblo palestino. La resistencia es contra la ocupación y las campañas militares y, por tanto, mientras exista la ocupación, la resistencia perdurará también… No aceptaremos la interferencia de fuerzas internacionales porque las fuerzas internacionales sólo se prestarán a venir para proteger la seguridad de Israel, y cualquier fuerza internacional impuesta será considerada como ocupante.

    No aceptaremos negociación alguna que busque “estrangular” la resistencia en relación con sus armas. Algunos están hablando de los túneles como si Gaza fuera una superpotencia con armas avanzadas, mientras que sólo somos un pueblo con capacidades muy limitadas para defendernos y proteger nuestro territorio. Nadie tiene derecho a quitarnos nuestro legítimo derecho a la defensa y a la resistencia. EEUU, como si todo el arsenal israelí no existiera, envía cientos de toneladas de explosivos y proyectiles de artillería a Israel.

    Hay quien manifiesta el temor de que, después de tantos sacrificios, el liderazgo de la resistencia pueda venirse abajo o pueda llegar, por ejemplo, a acordar algo. Muy al contrario, la sangre de nuestras mujeres y niños, de nuestro pueblo, aumenta nuestra cohesión y determinación para conseguir nuestros objetivos. Sería injusto que después de tanta masacre fuéramos y dijéramos: ‘Acordemos una tregua’. Muy al contrario, el precio de toda esa sangre nos da libertad para decidir nuestro propio destino y poner fin a la ocupación y al asedio”. (Meshaal: “La resistencia es todo lo que tenemos en Gaza”, comunicado a la prensa y televisión).

Meshaal sabe que Israel no quiere volver a ocupar Gaza. También sabe que el Ministro de Defensa Ehud Barak no quiere quedarse allí empantanado cuando faltan cuatro semanas para las elecciones. Israel tenía la esperanza de derrotar de forma aplastante y rápida a Hamas e instalar a los guardias de seguridad de la AP de Abbas en el cruce de Rafah. Pero el plan se les ha venido abajo y la campaña está empezando a considerarse un atolladero. Mientras Hamas siga firme y se niegue a rendirse, será difícil que Barak se retire.

La administración Olmert parece haberse acurrucado junto al presidente francés Nicholas Sarkozy y el presidente egipcio Hosni Mubarak para encontrar una estrategia de salida y que Israel pueda retirarse de Gaza antes de la fecha límite del 20 de enero. Es decir, cuando Barack Obama tome posesión de su cargo como presidente. Sarkozy y Mubarak han venido trabajando todos los canales diplomáticos para conseguir que se apoyara la Resolución 1860 de las Naciones Unidas. La administración Bush rechazó dos veces el alto el fuego, a fin de darle más tiempo a Israel para matar más palestinos, pero finalmente cedió y permitió que se aprobara la Resolución. Nadie preveía que Meshaal iba a fastidiar todos los planes israelíes. Ahora Olmert y compañía tendrán que inventar un pretexto para irse, o declarar la “victoria” y sencillamente retirarse. En cualquiera de los casos, es probable que los críticos juzguen duramente la decisión de Olmert.

Israel ha empezado ya a recitar excusas para poder salvar la cara cuando se escabulla retrocediendo hacia la frontera. Yaakov Katz, el analista militar del Jerusalem Post, dijo en una entrevista con Al Yasira: “Israel dejó muy claro desde el comienzo de esta operación que no iban a poder acabar con el lanzamiento de cohetes. No creo que podamos medir el éxito de la operación por el número de cohetes disparados hacia Israel”.

Esto es mentira. En realidad, los oficiales israelíes dijeron repetidamente que la misión continuaría hasta acabar con los disparos de cohetes. De hecho, el declarado propósito de la invasión era parar el lanzamiento de cohetes. Israel está tan sólo moviendo los postes de la portería una vez más.

En una nota parecida, Ehud Olmert dijo el sábado que Israel se estaba “aproximando a los objetivos que se había marcado” en Gaza. Esa es otra mentira. El lanzamiento de cohetes no se ha detenido e Israel ha demostrado que es incapaz de pararlo. Teniendo en cuenta sus propios estándares, la misión ha sido un fracaso.

Barak se ha encontrado con que resulta difícil controlar los acontecimientos una vez que el genio de la guerra ha salido de la botella. Qué mejor recordatorio de la fracasada política estadounidense hacia Oriente Medio que tener los combates en Gaza ensombreciendo las festividades del 20 de enero en Washington. Aunque podía tener un efecto positivo: que arrojara algo de luz sobre la minúscula diferencia entre Bush y Obama. Como se afirmaba en ABC News el pasado domingo:

    “Comparando su posición hacia Oriente Medio con la de anteriores administraciones, Obama sugirió que no habría una clara ruptura con la política de Bush. Pienso que si miran no sólo hacia la administración Bush, sino también a cuanto sucedió bajo la administración Clinton, estarán viendo los esquemas generales de su posición… Cuando se le preguntó si diría lo mismo en Israel hoy, Obama dijo: ‘Creo que un principio básico de cualquier país es intentar proteger a sus ciudadanos’”. (Obama: “Gitmo Likely Won’t Close in First 100 Days” [**], ABC News).

En efecto, Israel debe “proteger a sus ciudadanos”. ¿Autorizará Obama sin cuestionamiento alguno el brutal asedio de la zona más densamente poblada del mundo, dando luz verde al bombardeo de ambulancias, centros culturales, mezquitas, apartamentos, clínicas y cientos de civiles? Ya veremos. En Gaza se han destruido ya alrededor de 1.400 objetivos; ninguno de ellos tiene auténtico valor militar. No hay bases militares en Gaza, a pesar de las proclamas del New York Times. No eran sino edificios civiles que no representaban amenaza alguna para la seguridad de Israel. Dejemos que Obama declare su posición cuando preste juramento y de esa forma sus seguidores sabrán desde el primer día dónde está situado.

Un informe publicado en el International Herald Tribune dice que las personalidades que más probablemente jugarán papeles importantes en la política hacia Oriente Medio en la administración Obama son: Dennis Ross (el veterano enviado para la paz en Oriente Medio de la administración Clinton, que podrá ahora extender sus competencias a Irán); Jim Steinberg (como Secretario de Estado Adjunto); Dan Kurtzer (el anterior embajador de EEUU en Israel); Dan Shapiro (ayudante desde hace mucho tiempo de Obama); y Martin Indyk (otro antiguo embajador en Israel muy cercano a la Secretaria de Estado entrante Hillary Clinton). (Roger Cohen; “Mideast Dream Team? Not quite”, International Herald Tribune).

La única diferencia entre esta pandilla de halcones pro-Israel y la claque de Bush es que se inclinan más a crear la ilusión de un “proceso de paz” que oculte el robo de la tierra palestina. Aparte de eso, las diferencias son insignificantes. Todos ellos son sionistas de línea dura cuyos objetivos son los mismos de los de la Haganá de 1948, cuya misión era “desarraigar a los habitantes originarios, expulsarles y destruir sus pueblos”. La descripción del trabajo esencial no ha cambiado en 60 años.

Israel ha sido duramente criticado por su desproporcionado uso de la fuerza en Gaza. Pero hay algunos fanáticos israelíes que creen que Israel debería usar una fuerza letal mucho mayor aún y más extendida. El Jerusalem Post informa que el rabino y jefe de los sefardíes Mordechai Eliyahu ha escrito una carta al Primer Ministro Ehud Olmert informándole de que “todos los civiles que viven en Gaza son colectivamente culpables de los ataques con Qassam contra Sederot… Eliyahu dictaminó que no había absolutamente ninguna prohibición moral contra la matanza indiscriminada de civiles durante una potencial ofensiva militar masiva contra Gaza con el objetivo de acabar con los lanzamientos de cohetes”.

“QUE NO HAY NINGUNA PROHIBICION MORAL CONTRA LA MATANZA INDISCRIMINADA DE CIVILES”.

¿No es ésa la definición de terrorismo?

Un líder de los colonos israelíes defendió recientemente durante una conversación con un pacifista estadounidense que estaba de visita lo siguiente: “Si tuvimos derecho a cometer genocidio durante la época bíblica, ¿por qué no vamos a poder cometerlo ahora? ¿Es que Dios ha cambiado de idea?”, se preguntaba el colono con sarcasmo.

El activista por la paz israelí y escritor Uri Avnery tiene una expresión para definir ese tipo de pensamiento. Lo define como “demencia moral”, una alteración sociopática.

N. de la T.:

[*] En la fecha en que aparece esta traducción del artículo del Sr. Whitney, van ya 19 días de genocidio y el cómputo de muertos supera las 1.015 víctimas y el de heridos los 4.800.

[**] Traducción del titular del artículo: “Probablemente, Obama no cerrá Gitmo en sus cien primeros días”.

miércoles, 14 de enero de 2009

GAZA, ¿UNA NEGOCIACIÓN IMPOSIBLE?. ¿QUIÉN TIENE RAZÓN?

Blas Lara

“Tienen derecho a la tierra de sus abuelos”. “Tienen derecho a vivir en paz”. “Un pueblo tiene derecho a una tierra”. “La guerra se justifica cuando es en legítima defensa”. “La proporcionalidad y los límites en los actos de guerra son hipócritas, van contra la naturaleza misma de la guerra, cuando no son una exigencia suicida”. Estos y otros muchos argumentos, todos discutibles, se confrontan en estos días nuestros periódicos y en nuestras pantallas de televisión y de ordenador.

Cuestiones jurídicas radicalmente insolubles: ¿En este conflicto, como en otros, cuál es el momento cero de referencia en la Historia para reivindicar la soberanía sobre un suelo ? ¿La época de los filisteos, la de Jacob o Moisés, la de los árabes o los otomanos,…? ¿Por qué antes y no después? No hay razón alguna para que Roma reivindique ahora en el siglo XXI ninguna parte de lo que fue su imperio durante medio milenio.

Decir que los unos o los otros tienen razón, toda la razón, es equivocado. Como sucede en la mayoría de los conflictos, cada parte tiene su parte de razón, seguramente.

Lo que podemos hacer

Ni aún pasando meses en Israel y Palestina para observar directamente los hechos, y muchos días en las bibliotecas estudiando los orígenes históricos y el desarrollo del conflicto, creo que llegaría a una conclusión muy diferente: cada uno tiene su parte de razón. No pienso al cabo de largas investigaciones que podría aportar argumentos nuevos, concluyentes e irrefutables que convencieran de manera definitiva a las dos partes contendientes.

Por todo ello, lo que en este artículo modestamente pretendo es simplemente analizar la situación desde el ángulo neutro de la teoría de la negociación. Algunas lecciones pienso que se pueden sacar.

LIMITES DEL METODO RACIONAL

En las negociaciones personales, binarias, a través de un proceso racional se llega en muchos casos a una solución aceptable para cada uno. El equilibrio teórico se encuentra tras la búsqueda de la racionalidad conjunta. Enunciaré las fases del proceso racional que son :

Primera fase: Desvelar la “inteligibilidad” de la situación generadora del conflicto. Generalmente no es simple a desenmarañar. Hay que clarificarla, y ante todo, descontaminarla de todo sesgo interesado. Acercarse en la medida de lo posible a la objetividad completa sería lo ideal para garantizar la independencia de juicio. La objetividad absoluta haría que las partes contendientes podrían compartir el mismo análisis e interpretación de la situación, si son intelectualmente honradas y sinceras.

Segunda fase: Esclarecer las “pretensiones” de cada una de las partes y evaluar la legitimidad de sus aspiraciones particulares, según las normas éticas o legales.

Tercera fase, muy importante: investigar las “consecuencias” para cada una de las partes de los escenarios posibles.

Como decimos, en situaciones normales, siguiendo estas fases, se encuentran en principio las soluciones objetivas e imparciales. Soluciones “anónimas”, como dice la literatura, es decir, que se investigan sin acepción de personas, y que por ello conducen a situaciones de equilibrio estable y durable.

Estos son los primeros pasos del proceso clásico de solución racional. A continuación viene la implementación. En otras palabras, la aceptación y puesta en práctica de la solución racional.

El nudo del problema, la conditio sine qua non

En la negociación ordinaria los defectos de los agentes suelen ser el conocimiento superficial e incompleto del dossier, la precipitación, los prejuicios. Son obstáculos salvables.
Sin embargo, hay un obstáculo que hace totalmente vana la búsqueda conjunta de la solución racional. Ese obstáculo sobreviene cuando una de las partes, o ambas, dejan de subordinar sus intereses propios a la Razón objetiva.

Cuando el egoísmo ciega a los contendientes de manera que no son por si mismos capaces de poner en marcha el proceso de racionalidad, entonces hay que acudir a la intervención de terceras personas. Personas independientes, competentes y dignas de confianza, que por vía de mediación, de arbitraje o de “facilitación”, podrían salvar el proceso de búsqueda y de implementación de las soluciones justas, equitativas y estables.

Pero siempre se impone una condición sine qua non: Que las partes directamente interesadas deseen sincera y realmente encontrar la Verdad y Justicia, antes que satisfacer exclusivamente sus propios intereses. Por eso, también cuando se recurre a terceros, es imperativo que las partes en conflicto sean capaces de aceptar los puntos de vista – y quizás los dictámenes- de estos terceros. Facilitadores, mediadores o árbitros, lo que sea necesario en cada caso, pero siempre neutros e independientes.

Cuando el conflicto surge no entre individuos sino entre colectividades, la condición sine qua non que postula la subordinación a la racionalidad quizás sea más difícil de satisfacer. Si ya el individuo aislado actúa frecuentemente de manera irracional, aún menos se puede esperar de las masas que sepan plegar sus juicios y comportamientos a las exigencias de la racionalidad, posponiendo sus intereses o sus veleidades.

Gaza, ¿racionalidad imposible?

En el caso de Gaza, y en la situación actual de principios de Enero 2009, no hay solución racional a la vista según los cánones del proceso racional arriba descrito, ni por procesos directos de negociación entre ellos, ni siquiera con ayuda de terceros. Las barreras de las fases primera y segunda del proceso de búsqueda no pueden ser superadas. No se ve manera cómo llegarían a un análisis objetivo conjunto de la situación, susceptible de ser compartido. Ni cómo serían compatibles las pretensiones de ambos, por el momento mutuamente excluyentes.

La vía de las ganancias incrementales

Cuando el proceso se atasca, porque la Razón y la Justicia no pueden imponerse de manera absolutamente perentoria a los agentes de la negociación, todavía les queda un camino, sin dejar los senderos de la racionalidad. Queda aún la vía de la búsqueda conjunta de ganancias incrementales.
Entiendo por soluciones incrementales aquellas que no son totales y definitivas sino que mejoran gradualmente, paso a paso, y simétricamente, la situación actual de los contendientes. Es un proceso que no tiene un horizonte terminal previsible. Busca el interés simétrico de ambas partes, acumulando ganancias y mejoras con relación a la situación actual.

Esta manera de hacer que proponemos se inspira en teoría clásica de la utilidad conjunta , y en la concepción utilitaria, “consecuencialista”, de la Justicia a la manera de John Stuart Mill, y algunos welfaristas.

Bajo la óptica de las mejoras incrementales, la negociación se autolimita por principio y por regla. Evita debates sin salida sobre las fases primera y segunda del proceso, es decir sobre la objetividad del análisis de la situación y sobre la legitimidad de las pretensiones. Por el contrario, se focaliza en la fase tercera de ese proceso, es decir, sobre las consecuencias que pueden tener para cada parte el ir avanzando en la dirección de alguno de los distintos escenarios posibles en cada momento.
El objeto – y la dificultad - de este tipo de negociación se ciñe a la manera de cómo llevar a la práctica el principio de las ganancias incrementales simultáneas.

No será tarea fácil en el caso de Gaza. Pero éste es el trabajo que pueden realizar los negociadores y, más probablemente, los mediadores.

Excluir los radicalismos

Desde un punto de vista puramente metodológico en el que nos situamos exclusivamente, lo que importa es que una negociación sea posible, si no en el contexto del proceso racional clásico antes evocado, al menos en el de las ganancias incrementales. Pero en ninguno de los dos casos es posible transigir con los radicalismos porque nos ciegan todo camino de solución que no sea el de la fuerza. Por eso hay que desautorizar y excluir del proceso a todos los extremismos, si se desea mantener una esperanza de salida.

Veo tres clases de posiciones radicales que deben ser excluidas de la mesa de negociación:

• Radicalismo de las víctimas del conflicto, de los que han sufrido en su persona o en sus familias. Aún siendo el más justificable de todos los radicalismos, y aunque sea doloroso, no se les puede aceptar en una mesa de negociación si conservan su comprensible rencor. Lo que en el Medio Oriente, y no sólo allí, se le pide a las víctimas es heroico: que por encima de la ley de Talión , sobrepasen el dolor y la injusticia padecida, mirando el bien de todos y en particular el de las generaciones futuras.

• Radicalismo acrítico de los que creen poseer toda la Razón o toda la Justicia, como los idealismos integristas, que fácilmente derivan a comportamientos de fanatismo. Estas personas hacen imposible la búsqueda independiente de la verdad objetiva.

• Radicalismo barato, de café y de salón. El de algaradas y manifestaciones callejeras. Radicalismo gesticulante, retórico, pseudointelectual, generalmente poco y mal informado. El más irresponsable de todos. Desearía saber por qué esos pretendidos intelectuales, no organizan manifestaciones de masa a favor de soluciones moderadas y razonables. ¿Qué pensar de los posicionamientos de algunos de ellos que traspasan cínicamente toda lógica y que ignoran conscientemente una parte incontestable de los hechos?

Todos estos radicalismos se descalifican porque condenan de antemano al fracaso las negociaciones ya de por sí difíciles.

En la misma línea de ideas y en lo que se refiere a los medios de comunicación de masa, especialmente la televisión, hay poner en obra formas inteligentes para controlar eficazmente el efecto deletéreo sobre el gran público de los que participan en debates en nombre de radicalismos irresponsables. Pero sin restringir la libertad de expresión. Porque las opiniones públicas son un interviniente no aparente, pero muy real, en el conflicto.

lunes, 12 de enero de 2009

CERRAR GAZA A PERIODISTAS, INÚTIL Y CONTRAPRODUCENTE

Robert Fisk

¿A qué le tiene miedo Israel? Esa nación lleva años utilizando la vieja excusa de la “zona militar restringida” para impedir que se cubra la ocupación de los teritorios palestinos. Pero la última vez que Israel jugó a esto –en Jenin, en 2000– fue un desastre. Al impedir que los reporteros vieran la verdad con sus propios ojos, lo que éstos hicieron fue citar a palestinos que afirmaron que hubo una matanza perpetrada por los soldados israelíes, y Tel Aviv ha pasado años desmintiéndolo. De hecho sí hubo una masacre, pero no a la escala que se reportó originalmente.

Ahora el ejército israelí utiliza esa misma práctica fracasada. Veten a la prensa. Mantengan fuera a las cámaras. Pero la mañana de ayer, sólo horas después de que el ejército israelí entró a Gaza para matar a más miembros de Hamas –y desde luego a más civiles–, ese movimiento reportó la captura de dos soldados israelíes. Reporteros en el terreno pudieron haber distinguido la verdad de la mentira. Pero sin un solo periodista occidental en Gaza, los israelíes tuvieron que decirle al mundo que no sabían si la versión era verdadera o no.

De otro lado, los israelíes son tan inescrupulosos, que las razones para impedir el acceso a periodistas se entienden muy fácilmente: hay tantos soldados de Israel que van a matar a tantos inocentes –tomando en cuenta sólo a aquellos de los que nos enteramos–, que las imágenes de la matanza serían intolerables. No es que los palestinos hayan sido de mucha ayuda. El secuestro, por parte de una familia de la mafia palestina de un hombre de la BBC en Gaza, quien finalmente fue liberado por Hamas hace unos meses aunque ahora eso no se recuerde, le puso precio a la cabeza de cualquier trabajador de la televisión occidental en esa zona. Sin embargo, los resultados son los mismos.

En 1980, la Unión Soviética expulsó a todo periodista occidental de Afganistán. Quienes estábamos reportando la invasión rusa y sus brutales consecuencias no podíamos reingresar al país, excepto que fuéramos acompañados de guerrilleros mujaidines.

Recibí una carta de Charles Douglas Hume, entonces director de The Times, diario para el que trabajaba, quien me hizo una importante observación: “Ahora que no tenemos cobertura regular desde Afganistán”, me dijo el 26 de marzo de ese año, “agradecería que no perdieras la oportunidad de reportar a partir de testimonios confiables de lo que está ocurriendo en el país. No debemos permitir que lo que ocurre en Afganistán se desvanezca del papel simplemente porque no tenemos corresponsal ahí”.

No debe sorprendernos que los israelíes empleen la vieja táctica soviética de cegar la visión del mundo sobre la guerra. Pero el resultado es que las voces palestinas, al contrario de las de los reporteros occidentales, dominarán las ondas magnéticas. Los hombres y mujeres que están bajo los ataques aéreos y de artillería de los israelíes están ahora contando sus propias historias a televisoras, radios y periódicos, como nunca antes pudieron, sin el artificial “equilibrio” que mucho del periodismo televisivo impone a los reportes en vivo.

Quizá esto se convierta en una nueva forma de cubrir un conflicto, dejando que los participantes cuenten sus propias historias. El otro lado de la moneda será, desde luego, que no hay occidental alguno en Gaza para cuestionar a Hamas su dudoso testimonio de los hechos: otra victoria para la milicia palestina, entregada en bandeja por los israelíes.

Pero hay un lado todavía más oscuro. La versión de los hechos que ha dado Israel ha gozado de tanta credibilidad ante la agonizante administración del presidente George W. Bush que la prohibición a los periodistas de ingresar a la franja de Gaza puede simplemente no importarle al ejército israelí. Para cuando podamos investigar lo que sea que están tratando de ocultar, ya estaremos inmersos en otra crisis y ellos proclamarán que se encuentran en “el frente de batalla en la guerra contra el terror”.

domingo, 11 de enero de 2009

BOICOT A ISRAEL





Naomi Klein

Ha llegado el momento. Hace mucho que llegó. La mejor estrategia para poner fin a la cada vez más sangrienta ocupación es convertir a Israel en objetivo del tipo de movimiento mundial que puso fin al régimen de apartheid en Sudáfrica.

En julio del 2005 una gran coalición de grupos palestinos diseñó planes para hacer justamente eso. Hicieron un llamamiento a "la gente de conciencia de todo el mundo para imponer amplios boicots y adoptar contra Israel iniciativas de desinversión similares a las adoptadas contra Sudáfrica en la época del apartheid". Había nacido la campaña Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS).

Cada día que Israel aplasta a Gaza más conversos se adhieren a la causa del BDS y las pláticas de alto el fuego no hacen que disminuya el ritmo de ese movimiento.

La campaña de boicot a Israel está comenzando a recibir apoyos incluso entre los judíos de Israel. En pleno ataque a Gaza unos 500 israelíes, decenas de ellos conocidos artistas y académicos, enviaron una carta a los embajadores extranjeros destacados en Israel. En ella hacían un llamamiento para "la inmediata adopción de medidas restrictivas y sanciones" y dibujaban un claro paralelismo con la lucha antiapartheid. "El boicot contra Sudáfrica fue eficaz, pero a Israel se la trata con guantes de seda... Este respaldo internacional debe cesar".

Sin embargo, incluso ante estos inequívocos llamamientos muchos de nosotros no podemos ir allí. Las razones son complejas, emocionales y comprensibles. Y simplemente no son lo suficientemente buenas. Las sanciones económicas son las herramientas más eficaces de que dispone el arsenal de la no violencia. Renunciar a ellas raya en la complicidad activa. A continuación exponemos las cuatro principales objeciones que se hacen a la estrategia del BDS, acompañadas de sus correspondientes refutaciones.

1. Las medidas punitivas no servirán para persuadir a los israelíes sino para acrecentar su hostilidad. El mundo ha intentado lo que solía llamarse "compromiso constructivo" y ha fracasado estrepitosamente. Desde 2006 Israel ha ido aumentando constantemente su nivel de criminalidad: ampliando asentamientos, iniciando una atroz guerra contra el Líbano e imponiendo un castigo colectivo a Gaza a través del brutal bloqueo. A pesar de esa escalada Israel no ha sufrido ningún castigo, sino todo lo contrario. Las armas y los 3.000 millones de dólares anuales de ayuda que los USA envían a Israel son solo el principio. A lo largo de este período clave Israel se ha beneficiado de una notable mejora en sus actividades diplomáticas, culturales y comerciales con gran número de aliados. Por ejemplo, en 2007 Israel se convirtió en el primer país no latinoamericano en firmar un acuerdo de libre comercio con Mercosur. En los nueve primeros meses del 2008 las exportaciones israelíes a Canadá aumentaron el 45%. Un nuevo acuerdo comercial con la Unión Europea duplicará las exportaciones israelíes de alimentos procesados. Y el 8 de diciembre los ministros europeos "mejoraron" el Acuerdo de Asociación UE-Israel, una recompensa por la que Israel suspiraba desde hace mucho tiempo.

Este es el contexto en el que los dirigentes israelíes comenzaron su última guerra confiando en que no les iba a suponer costos significativos. Es notable que tras más de siete días de guerra el índice de referencia de la Bolsa de Valores de Tel Aviv haya subido un 10.7%. Cuando no funcionan las zanahorias es preciso recurrir a los palos.

2. Israel no es Sudáfrica.

Por supuesto que no lo es. La relevancia del modelo sudafricano es que demuestra que las tácticas del BDS pueden ser eficaces cuando medidas más suaves (protestas, peticiones, cabildeos) han fracasado. Y en los territorios palestinos ocupados se detectan inequívocos y profundamente angustiosos ecos del "apartheid" de Sudáfrica: documentos de identidad y permisos de viaje de colores distintos, viviendas arrasadas y expulsiones forzosas, carreteras para uso exclusivo de los colonos judíos. Ronnie Kasrils, un destacado político de Sudáfrica, dijo que la arquitectura de segregación que observó en Cisjordania y Gaza es "infinitamente peor que el apartheid". Eso fue en el 2007, antes de que Israel comenzara su guerra total contra la prisión a cielo abierto que es Gaza.

3. ¿Por qué elegir a Israel como único objetivo de la campaña BDS, cuando los Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países occidentales hacen lo mismo en Irak y Afganistán?

El boicot no es un dogma sino una táctica. La razón por la que la estrategia del BDS deba ser intentada contra Israel es de tipo práctico: en un país tan pequeño y dependiente del comercio podría dar resultados.

4. Los boicots cortan los canales de comunicación; lo que necesitamos es más diálogo, no menos.

Voy a responder a esta objeción con una historia personal. Durante ocho años mis libros han sido publicados en Israel por una casa comercial llamada Babel. Pero cuando publiqué The Shock Doctrine quise respetar el boicot. Con el asesoramiento de activistas de BDS, entre ellos el maravilloso escritor John Berger, me puse en contacto con una pequeña editorial llamada Andalus. Andalus es una editorial militante profundamente involucrada en el movimiento de lucha contra la ocupación israelí y la única editorial israelí dedicada exclusivamente a la traducción al hebreo de libros árabes. Redactamos un contrato para garantizar que todos los ingresos procedentes de la venta del libro sean destinados al trabajo de Andalus, sin reservarme nada para mí. En otras palabras, estoy boicoteando la economía israelí pero no a los israelíes.

Sacar adelante nuestro modesto plan de publicación requirió docenas de llamadas telefónicas, correos electrónicos y mensajes instantáneos entre Tel Aviv, Ramallah, París, Toronto y la ciudad de Gaza. Lo que quiero decir es lo siguiente: desde el momento en que se empieza a aplicar una estrategia de boicot el diálogo aumenta dramáticamente. Y ¿por qué no debería hacerlo? Para construir un movimiento se requiere un flujo de comunicación incesante, como recordarán muchos activistas de la lucha antiapartheid. El argumento de que apoyar los boicots significará romper los lazos entre unos y otros es particularmente engañoso habida cuenta de la variedad de tecnologías de la información que tenemos al alcance de las manos a precio módico. Estamos inundados de formas para transmitir nuestros argumentos a través de las fronteras nacionales. No hay boicot que nos pueda detener.

Justamente ahora muchos orgullosos sionistas se están preparando para obtener beneficios récord. ¿Acaso no es cierto que muchos de esos juguetes de alta tecnología proceden de parques de investigación israelíes, líderes del mundo en infotecnología? Sí, es cierto, pero no todos ellos van a salir beneficiados. Varios días después de iniciado el asalto israelí contra Gaza, Richard Ramsey, director gerente de una empresa británica de telecomunicaciones especializada en servicios de voz via Internet, envió un correo electrónico a la empresa de tecnología israelí MobileMax: "Como consecuencia de la acción emprendida por el gobierno israelí en los últimos días ya no estamos en condiciones de considerar seguir haciendo negocios con usted o con ninguna otra empresa israelí".

Ramsey dice que su decisión no fue política. Simplemente, no quieren perder clientes. "No podemos permitirnos el lujo de perder a uno solo de nuestros clientes", explica, "de modo que se trata de una decisión comercial puramente defensiva".

Fue este tipo de frío cálculo empresarial lo que llevó a muchas empresas a retirarse de Sudáfrica hace dos décadas. Y es precisamente el tipo de cálculo sobre el que se asienta nuestra esperanza más realista de lograr la justicia negada durante tanto tiempo a Palestina.