domingo, 10 de enero de 2010

guerra y paz para "populares"

Alberto Piris*

Produce bastante cansancio la frecuencia con la que determinados políticos del Partido Popular, que se tienen a sí mismos por especialistas en defensa o en política internacional, en su constante esfuerzo de acoso y hostigamiento al Gobierno, le exigen a éste que defina en sede parlamentaria si las tropas españolas desplegadas en Afganistán se hallan o no en una situación de guerra.

Deben creer, se supone, que una vez conocida la respuesta todo se aclarará y quedarán desveladas las incógnitas e incertidumbres que el conflicto afgano presenta a todos los Gobiernos de los países que contribuyen al esfuerzo bélico dirigido por EEUU y la OTAN. Podría recordárseles, además, que en este caso ni el Presidente del Gobierno español ni el partido en el poder son responsables del caos que en los últimos años han causado las intervenciones militares de Occidente en el Oriente Medio, caos que ahora parece extenderse también a Yemen.

A esos autoproclamados expertos bélicos habría que sugerirles que los conceptos que han leído en los viejos textos de estrategia o de historia de las guerras se han modificado sustancialmente. Y que a la confusión en la que parecen encontrarse contribuye en mucho el hecho de que se viene dando un equívoco sentido a la palabra "guerra" en acepciones hoy usuales, como guerra contra el narcotráfico, guerra contra la Mafia, contra el crimen organizado o, Bush dixit, guerra contra el terror.

Soy consciente de que los simples comentarios de un columnista, aunque sea un veterano observador de la realidad política internacional como el que firma estas líneas, no harán mella alguna en la tenaz cerrazón de quienes no desean reflexionar sobre conceptos tan importantes. El Parlamento español ha perdido la oportunidad de abrir un debate sobre éstos, a propósito precisamente de la participación militar y de cooperación española en Afganistán. Dada la perpetua pugna electoralista, que es casi el único motor que suscita la esgrima dialéctica entre nuestros parlamentarios, las esperanzas de alcanzar algunas conclusiones inteligentes no parecen muchas.

Por eso voy a reproducir un extenso párrafo de un prestigioso historiador, que me supera en conocimientos y en veteranía, el británico Eric Hobsbawm. Se refiere en él a la distinta actividad teórica de soldados y policías, aquéllos para ganar la guerra y éstos para restablecer el imperio de la Ley, lo que tiene una connotación moral de la que carece la guerra, aunque esta distinción es difícil de llevar a la práctica: "...el homicidio que un soldado comete en acto de servicio no es delito.

Pero, ¿y si un miembro del IRA se ve a sí mismo como un soldado, a pesar de ser, según las leyes del Reino Unido, un asesino? ¿Eran las operaciones en Irlanda del Norte una guerra tal y como sostenía el IRA, o un intento por mantener el orden frente a un grupo de malhechores en una provincia del Reino Unido? A la vista de que, durante más de treinta años, la movilización contra el IRA no afectó únicamente a un contingente policial numeroso sino también al ejército, podemos concluir que sí fue una guerra, aunque siguió un plan sistemático, como si de una operación policial se tratara, para minimizar el número de bajas y no perturbar el día a día de la provincia. Al final, se alcanzó una solución negociada que, como es habitual, no ha traído consigo de momento la paz; tan solo la ausencia de enfrentamientos. Así de complejas son las relaciones entre guerra y paz al comienzo de este nuevo siglo".

¿Cabe imaginar a nuestros parlamentarios de las comisiones de Defensa y de Asuntos Exteriores, dejando por un momento de lado el habitual y estéril enfrentamiento partidista y discutiendo razonadamente sobre un texto tan claro y enjundioso como el que arriba se reproduce?

La plantilla esbozada por la argumentación del profesor británico puede servir para razonar, sea sobre la lucha contra ETA, sea sobre la situación actual en Afganistán, Iraq, Colombia, Israel, etc. Allí donde las armas sigan matando, donde la injusticia siga provocando desigualdades y odios, donde la explotación de unos pueblos por otros o de unas clases sociales por otras siga siendo un fermento de inestabilidad y violencia.

Hoy el Parlamento quiere discutir sobre Afganistán; mañana, quizá sobre Yemen... y en esas discusiones superficiales, que pueden ser votos para mañana pero fracasos para pasado mañana, se van despilfarrando las oportunidades de encontrar soluciones a los verdaderos problemas de fondo, los que agobiarán a nuestros hijos y nietos, como acabamos de contemplar, avergonzados, en la opereta que ha tenido lugar recientemente en Copenhague.

*Alberto Piris es General de Artillería en la Reserva