sábado, 7 de septiembre de 2013
llamada por la paz en siria
Hans von Sponeck*
Los tambores de guerra vuelven a resonar una vez más
en el Medio Oriente, esta vez con la posibilidad de un ataque inminente
contra Siria después del supuesto uso de armas químicas por parte de su
gobierno. Precisamente en momentos de crisis como estos es cuando los
argumentos en favor de la paz son más claros y obvios.
En primer lugar, no tenemos pruebas reales de que el gobierno sirio
haya utilizado armas químicas. E incluso si los gobiernos occidentales
hubiesen proporcionado pruebas, estaría justificado que permaneciéramos
escépticos recordando los muchos incidentes falsos o fabricados
utilizados para justificar las guerras anteriores: el incidente del
Golfo de Tonkín y la guerra de Vietnam, la masacre de las incubadoras de
Kuwait y la primera guerra del Golfo, la masacre de Racak y la guerra
de Kosovo, las armas iraquíes de destrucción masiva y la segunda guerra
del Golfo, las amenazas de masacre en Bengazi y la guerra contra Libia.
Vale la pena recordar que varias de las pruebas que supuestamente
indican que el gobierno sirio utilizó armas químicas son proporcionadas a
Estados Unidos por los servicios de inteligencia de Israel , que no son precisamente una fuente neutral.
Pero aún si en esta ocasión las pruebas fuesen auténticas, eso
no legitimaría una acción unilateral. Toda acción militar exige la
autorización del Consejo de Seguridad. Quienes se quejan de la «inacción»
de dicho Consejo deberían recordar que la oposición de China y Rusia a
una intervención en Siria está en parte motivada por el abuso que
hicieron las potencias occidentales de las resoluciones del Consejo de
Seguridad sobre Libia, que acabaron realizando un «cambio de régimen» en ese país. Lo que Occidente denomina como la «comunidad internacional»,
dispuesta a atacar Siria, se reduce a 2 países (Estados Unidos y
Francia) de los casi 200 que existen en el mundo. No es posible que se
respete el derecho internacional sin un mínimo de respeto por lo que hay
de decente en las opiniones del resto del mundo.
Aunque se autorizara una acción militar y se llevara a cabo, ¿de qué
serviría eso? Nadie puede controlar realmente arsenales de armas
químicas sin tropas terrestres, opción que nadie considera realista
después de los desastres registrados en Irak y Afganistán. Occidente
no cuenta realmente con un aliado fiable en Siria. Los yihadistas que
luchan contra el gobierno [sirio] no sienten por Occidente más amor que
los que asesinaron al embajador de Estados Unidos en Libia. Una cosa es
aceptar el dinero y las armas provenientes de un país y otra muy
diferente es ser su verdadero aliado.
Los gobiernos sirio, iraní y ruso han hecho propuestas de negociación
que Occidente ha tratado con desprecio. Quienes dicen que «no podemos hablar o negociar con Assad»
olvidan que se dijo lo mismo del Frente de Liberación Nacional de
Argelia, de Ho Chi Minh, de Mao Zedong, de la Unión Soviética, de la
OLP, del IRA, de la ETA, de Mandela y del African National Congres
sudafricano, y también de muchas guerrillas de Latinoamérica. La
cuestión no es saber si se habla o no con la otra parte, sino después de
cuántas muertes innecesarias se acepta hacerlo.
Han quedado atrás los tiempos en que Estados Unidos y los pocos
aliados que le quedan actuaban como gendarmes del mundo. Este mundo está
haciéndose más multipolar y los pueblos del mundo quieren más
soberanía, no menos.
La mayor transformación social del siglo XX fue la descolonización y
Occidente tendría que adaptarse al hecho que no tiene ni el derecho ni
la competencia ni los medios de gobernar el mundo.
No existe un lugar donde la estrategia de las guerras interminables
haya fracasado más miserablemente que en el Medio Oriente. A largo
plazo, el derrocamiento de Mossadegh en Irán, la aventura del Canal de
Suez, las muchas guerras israelíes, las dos guerras del Golfo, las
amenazas constantes y las sanciones asesinas contra Irak, y ahora contra
Irán, la intervención en Libia no han conseguido más que agravar el
derramamiento de sangre, el odio y el caos. Sin un cambio radical de
política, Siria sólo podrá convertirse en un nuevo fracaso de Occidente.
El verdadero coraje no consiste en lanzar misiles crucero simplemente
para hacer gala de un poderío militar que se ha vuelto cada vez más
ineficaz. El verdadero coraje reside en romper radicalmente con esa
lógica mortífera y, en vez de ello, en obligar a Israel a negociar de
buena fe con los palestinos, en convocar la conferencia Ginebra 2 sobre
Siria y en conversar con los iraníes sobre su programa nuclear, teniendo
en cuenta honestamente los legítimos intereses de Irán en materia de
seguridad y de economía.
La reciente votación del Parlamento británico en contra de la guerra,
así como las reacciones en los medios sociales, reflejan un cambio
generalizado de la opinión pública. Nosotros, los occidentales estamos
cansados de guerras y estamos dispuestos a sumarnos a la verdadera
comunidad internacional exigiendo un mundo basado en la Carta de las
Naciones Unidas, la desmilitarización, el respeto de la soberanía
nacional y la igualdad de todas las naciones.
También en Occidente los pueblos quieren ejercer su derecho a la
autodeterminación: si hay que emprender guerras, debe hacerse después de
un debate abierto y teniendo en cuenta preocupaciones que afecten
directamente nuestra seguridad nacional, no basándonos en una
mal definida noción de «derecho de injerencia» que puede ser fácilmente manipulada y que nos expone a todos a todo tipo de abusos.
Queda de nuestra parte el obligar a nuestros hombres y mujeres dedicados a la política a respetar ese derecho.
Por la paz y en contra de la intervención.